Contexto
Entramos de lleno al curso del tiempo durante el año o tiempo ordinario, como se decía antes de la nueva edición del misal. Volvemos a escuchar el evangelio de S. Mateo y las lecturas correspondientes a este ciclo A.
Hoy la Palabra de Dios nos invita a la valentía (v. Jer 20,10-13; Mt 10,26-33) sabiendo que ésta nos viene de Dios (v. Sal 68) y que no debemos vivirla por el prurito de ser “guapos”, sino buscando un fin sobrenatural como el que nos presenta Pablo (v. Rom 5,12-15).
Reflexionemos
Teniendo en cuenta que Dios tiene un mensaje maravilloso para nosotros, parece irónico, pero pasa, que no siempre el mismo es bien recibido; es más a veces además de despreciar el mensaje, incluso atacamos al mensajero. Eso lo vivió el profeta Jeremías, que experimentó el rechazo del pueblo por hablar abiertamente en nombre de Dios, pero, aun así, siguió confiando en el Señor y cumpliendo su misión. El profeta, que sirvió a Dios desde su juventud (cf. Jer 1,6s), ante las pruebas que muchas veces le hacían flaquear y quejarse, también hacía un acto de fe. Me imagino que repetiría esta frase de vez en cuando: “el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo”. Igualmente, nosotros en medio de las pruebas, debemos confiar en Dios, no importa qué tipo de pruebas, pero sobre todo si nos vienen por ser fieles al mensaje y la obra de salvación.
Esto no quiere decir que nos guste sufrir ni ser despreciados, por ello debemos tener claro que no somos estoicos, sino que cuanto soportamos lo hacemos en vistas de un bien mucho mayor que el Apóstol de los gentiles nos presenta. Ante el desastre que el pecado ha causado en el mundo, nosotros anunciamos y queremos alcanzar la benevolencia y el don de Dios, que se han desbordado en el mundo por Cristo, el nuevo Adán, con quien ha comenzado una nueva creación, una nueva humanidad. Un nuevo Adán, que, con su vida, muerte y resurrección, ha reparado y sanado lo que el primero dañó. De ahí viene nuestra valentía. Con razón Jesús nos dice: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Ésta es la clave: Salvar el alma para salvarlo todo, pues al fin Jesús ha hecho posible que salvemos nuestra integridad: Alma y cuerpo, pues si por su gracia se salva el alma, por su resurrección también el cuerpo participa de esa gloria y así se redime la integridad de todo ser humano.
Por otro lado, nuestra valentía no sólo se fundamenta en la meta a la que aspiramos, sino que sabemos que, en el camino, todo está dispuesto según Dios, pues “¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? y, sin embargo, ni uno sólo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues ustedes hasta los cabellos de la cabeza tienen contados…”. La fe en la providencia de nuestro Dios nos asegura que no caemos de sus manos, que aún cuando estemos atravesando malos momentos, no estamos solos, sino en las manos amorosas de nuestro Padre celestial.
A modo de conclusión
Hoy celebramos civilmente el día de los padres. Ordinariamente asociamos a ellos la valentía, como si solo los varones tuvieran que ser valientes y las mujeres/madres no lo fueran. Al hablar de la Providencia, no podemos dejar de pensar de la Virgen en este año mariano, pues ella nos da el gran ejemplo de cómo confiar en la Providencia divina y además nos da testimonio de la valentía, también femenina, que exige seguir a Cristo y servir a Dios.
Padres y madres, como todo cristiano, tienen que vivir la fe con valentía y enseñar a sus hijos a dar testimonio de Jesús sin miedo.
Mons. Leonardo J. Rodríguez Jimenes
Para El Visitante