“I can’t breathe”/“No me dejan vivir”
“Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.” (Gen 1, 27). Todos los seres humanos hemos sido creados por Dios y todos somos iguales en dignidad. Por eso, ningún racismo se justifica. Ninguna vida humana debe ser despreciada.
El ver el sufrimiento de un adulto a manos de otro provoca nuestra justa indignación. Por supuesto, no la violencia. El ver como un adulto mata a otro adulto, nos pone de relieve cuánto nos falta todavía crecer en el respeto mutuo y la fraternidad.
Al mismo tiempo debemos pensar también en los millones de seres humanos indefensos que son asesinados por sus propias madres. Duele una rodilla en el cuello y duele una solución salina inyectada en el vientre materno. Duelen las heridas de un bisturí descuartizando el cuerpo de un bebé por nacer.
Duele el racismo asesino y duele el asesinato “legal”. En uno duele la hipocresía y en el otro duelen el silencio cómplice y la indiferencia.
Uno o millones, todos somos iguales. No importa el color de la piel ni tampoco la etapa de gestación.
Ahora las rodillas en el suelo solo cambiarán las cosas cuando todos seamos capaces de doblarlas ante Dios.