Puerto Rico se encuentra hoy en uno de los momentos más críticos de su historia. No podemos olvidar las causas que nos han llevado a esta coyuntura histórica: un endeudamiento del país, sin precedentes, como resultado de políticas administrativas erróneas y arropadas de presupuestos desbalanceados, préstamos sin fuentes de repago, corrupción e inversionismo electoral.
Ha llegado la hora de decir no al colonialismo histórico que se ha acompañado de leyes injustas como las de cabotaje, la demagogia partidista, la mentira y el oportunismo de muchos líderes e inversionistas.
Esta es, pues, una oportunidad para elegir a un liderato político “al que le duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres… con una nueva mentalidad política y económica que ayude a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social”.
Necesitamos líderes que estén a la altura de los tiempos, no solo que tengan títulos académicos, sino también, sensibilidad y respeto por los que sufren los graves problemas de salud, educación, desempleo, violencia y pobreza, entre otros. También, capacidad de diálogo y de consensos para forjar rutas comunes de solidaridad y de esperanza que nos ayuden a superar el proceso histórico que hemos vivido. Que vivan los valores afianzados en nuestra cultura cristiana con espíritu de sacrificio, entrega y creatividad para afrontar el presente y el futuro de nuestro pueblo.
En momentos como este, se hace cada vez más urgente la toma de conciencia sobre la necesidad de una participación ciudadana activa y concertada que permita afrontar los desafíos de esta realidad. El futuro nos reclamará si supimos o no colocar en el poder a líderes que pudieran lidiar con los extraordinarios retos de este momento histórico, capaces de edificar esa patria virtuosa, compasiva, solidaria y responsable con sus ciudadanos y con la naturaleza.
Por eso, ¿a qué aspiramos después de estas elecciones generales?
Como Pueblo puertorriqueño, tenemos que aspirar al bien común; a superar nuestra condición colonial y la grave crisis fiscal que vive el país; a buscar el desarrollo integral y a crear las condiciones necesarias para que las personas se orienten hacia la realización de las aspiraciones más altas de la vida, en virtud de la dignidad humana y del deseo de Dios de que alcancemos la salvación y la felicidad plena. Se trata de la construcción de una sociedad cada vez más fraterna, más justa y más equitativa, donde, individual y colectivamente, veamos alcanzadas nuestras aspiraciones y anhelos.
Por eso, y otras muchas razones que tú llevas en el corazón, vota el 8 de noviembre.
(Tomado de la Carta Pastoral; Puerto Rico: Hora de fe y de esperanza).