La Epifanía del Señor o fiesta de los Tres Santos Reyes, está viva en el corazón de todos los puertorriqueños. El relato bíblico, unido al llegarán en la noche iluminada, suavizan los contornos de la existencia y convierten el egoísmo en dulce apertura hacia los demás. Dar, regalar, obsequiar, son verbos conjugados al toque con la misericordia del Dios Altísimo.

El corazón que saborea el misterio de la Navidad no se consuela con las migajas que caen de la opulencia, sino que se ofrece en ternura, oración, palabras sanadoras. El intercambio de lo que se es y se tiene abrevia las distancias, hace hincapié en el abrazo solidario, en la libertad incluida en cada detalle fraternal.

En medio de la fiesta noble y generosa se devela el lado de la poquedad que aflige a nuestro país y le ha convertido en soñador de tesoros que nunca llegan. El oro, incienso y mirra, regalos regios, se filtran en la belleza arcana de nuestro batey desde hace siglos sin deuda externa, ni glotonería de los poderes constituidos. Dios nos hizo exploradores de la lírica de los verdores, emancipadores de un horizonte repleto de esperanza.

Se añora la dulce matemática de las negociantes boricuas al redimir los cuentas atrasadas de amigos y vecinos. Eran artífices de la piedad y la caridad y posponían el cobro hasta que llegara la alcancía de Dios con su abundancia en oferta. Una vez que se disponía de los ahorros se concretaba lo adeudado y se comenzaba de nuevo; un intercambio rico en justicia y amor…

Es por eso que nuestro altar tiene que estar atado al de los Tres Santos Reyes par que su abundancia surja el milagro, la conversación augusta, el sentido de dar y recibir. Sólo la afluencia de la gracia divina crea luz para divisar el vasto mundo de fe, que es sosiego y paz para todos.

Sin la inocencia estaríamos de rodillas delante de dioses falsos y la vida sería un tumulto de cosas materiales que embriagan y claman en lo profundo. Puerto Rico no puede ocultar su donativo generoso que ofrece en armonía con los Tres Santos Reyes amigos y bienhechores nuestros.

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