En nuestro diario vivir ante un servicio que se presta se espera naturalmente escuchar un “gracias”. Aquí se centra la enseñanza que Jesús nos quiere dar en este día: solo quien comprende que lo que se hace por otra persona es un gesto de amor inmerecido entrará correctamente por el camino de una espiritualidad de la gratitud. La gratitud tiene que ver con la fe, porque la fe es esencialmente relación.

Hoy Jesús nos enseña que la acción de gracias crea el espacio espiritual de una auténtica relación con Dios y con los otros, esta es, la “fe” que salva.

Por eso es importante que entendamos que frente a una posible mentalidad “milagrerista”, en la que se pide la eliminación del sufrimiento pero sin comprometer el corazón, vivamos la “espiritualidad de la gratitud”. Es decir que aprendamos a “dar gracias” porque -cuando vivimos según el itinerario de fe del samaritano- nos colocamos a los pies de Jesús y este nos impulsa a vivir una nueva aventura.

Ya decía San Bernardo: Que hoy vemos a muchos empeñados en pedir aquello que necesitan, pero vemos a muy pocos preocuparse por agradecer aquello que recibieron.

Y no es que esté mal pedir con insistencia; pero el ser ingratos le quita fuerza a la petición. Y hasta, tal vez, sea propio de clemencia el negarle a los ingratos el favor que piden. Que no nos pase a nosotros el que seamos tanto más acusados de ingratitud, cuantos mayores sean los beneficios que recibimos. Y, pues, es propio de la misericordia, en este caso, negar misericordia […] .

Feliz de aquel samaritano, que supo reconocer que no tenía nada que no hubiera recibido, y regresó para agradecerle al Señor.

Feliz de aquel que, ante cada don, se vuelve siempre para Aquel en quien reside la plenitud de todas las cosas.

Porque cuando nos mostramos agradecidos por cuanto recibimos, ampliamos más en nosotros el espacio para recibir un don todavía mayor”.

No te olvides de ser agradecido…

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