¡Qué difícil es escuchar! Entre nosotros hay personas que no tienen ganas de escuchar, hay quienes simulan que escuchan, y hay otros que dicen que no tienen necesidad de escuchar, porque siempre se dicen las mismas cosas, y ellos ya las saben.

Hay quienes escuchan y las entienden a su manera. Y otros que están dispuestos a oír solamente lo que les confirma sus ideas, rechazando cualquier palabra que ponga en tela de juicio lo que piensan.

Algunos escuchan pero piensan que aquello que se dice está bien para cualquier otro, pero no para ellos o ellas. Hay otros que escuchan y escuchan, pero todo queda como antes en su vida. Algunos dicen: ¡qué bonito lo que dicen! Y todo acaba ahí. También hay quienes no escuchan porque son rebeldes y otros porque son indiferentes…

Ahora bien, por suerte, hay personas que escuchan, y toman en serio la Palabra, la guardan en su corazón y se dejan interpelar por ella.

Hoy se nos deja bien claro, que el Señor escoge colaboradores para anunciar su palabra a personas humildes, sencillas y pobres, de fe, abiertas, de corazón amplio, dispuestas a ponerla en práctica y sobre todo a compartirla con el resto de los hermanos y hermanas en un clima de fe.

Ahora bien, tengamos presente que la fe se da una únicamente cuando la persona tiene disposición de apertura a Dios. Y que hay falta de fe, cuando esta disposición no existe. Porque la falta de fe hace a Dios impotente y, a la inversa, la fe hace posible que Dios pueda ser poderoso. En qué lado te sitúas, ¿en los que escuchan o no escuchan? La decisión es tuya…

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