Continuamos reflexionando sobre el mensaje del Papa, esta semana tomamos otra clave: “La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26)”.
Esto tiene unas implicaciones reales en nuestra vida, porque un “cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres”.
Esto nos lleva a tener presente que lo que tenemos “es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos”, -no podemos quedarnos cruzados de brazos, como si no nos importaran. De ahí la importancia de la oración “por aquellos a quienes nunca podríamos llegar solo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación”.
Si queremos vivir la Pascua de verdad, no podemos quedarnos indiferentes ante las necesidades de los que nos rodean. Hay que vencer la dureza de corazón y el odio, porque cada ser humano es mi hermano, es mi hermana y en él o en ella Jesús está presente.