El 14 febrero es día para que muchos se vuelvan romanticones con flores y chocolates. ¡Es el día del amor! Una de las guillotinadas en la Revolución Francesa gritaba antes de rodar su cabeza “Libertad, libertad, cuantos crímenes se cometen en tu nombre. Creo que lo mismo podríamos decir sobre las actitudes adoptadas ante lo que dicen ser el amor. Cantamos como Pedro Flores ¿Qué es el amor? El día de hoy es bueno para dar una respuesta completa.
En el idioma griego hay tres palabras para describir el amor: Eros, Filia, Agape. Esta última es palabra del Nuevo Testamento. Dieron los griegos el nombre de Eros al amor entre hombre y mujer, que no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano por instinto. Es la pasión. Aun no es el amor total. Filia es el amor de amistad, el de los amigos. El término es aceptado y profundizado en el Evangelio de Juan para expresar la relación entre Jesús y sus discípulos. Mas la nueva concepción del amor se expresa con la palabra agape. Es una forma más profunda de entenderlo, no como el eros que es egoísta, busca lo suyo, sino la generosidad máxima que se afana por el bien del otro. Como Jesús nos amó. En los otros se habla de amor de CONCUPISCENCIA; este es amor de BENEVOLENCIA.
Los boleros corta venas, cantando el amor apasionado y loco prácticamente se refieren más el Eros. Me parece se encuentra el agape en aquello de Lara: “Una vez, nada más se entrega el alma con la dulce y total renunciación, y cuando ese milagro realiza el prodigio de amarse, hay campanas de fiesta que cantan en el corazón…” Hay una entrega de alma, un compromiso, una perpetuidad. Claro, yo añadiría ‘todo para buscar el crecimiento de la persona amada”.
Porque el agape, el amor genuino y completo, conteniendo los matices de las otras definiciones, llega a ser total cuando es la decisión libre de lograr el crecimiento de la persona amada con lo que yo le brindo. O sea, Dios me dotó de sus dones de forma única en mi, y eso único que tengo se lo regalo a la persona escogida. Yo digo que en el matrimonio, si se ve como contrato, no se entrega una cosa, se entrega una persona. Y es la persona con todo lo que ella contiene de positivo y de imperfecciones y defectos. Ese es el amor.
Concebido así, el amor no es egoísta, sino en cierta manera un despojo, un sacrificio. Tú eres más, le dice uno o una a su pareja, con lo que yo libremente te regalo. Los novios en su relación tienen aún mucho de eros, lo que no es malo. Sí es malo, si no salen de esa etapa. Aún no han llegado al amor. Tal vez la pareja de viejitos, desgastados ya por el tiempo, pero perseverando positivamente el uno con la otra, pueden hablarnos de qué es de veras el amor.
El matrimonio es un lugar para el amor. Amor: Que no es pasión morbosa de fiestas patronales en verano. Amor: Que no es el egoísmo glorificado como lo que está in, que suprime la vida o la acomoda a sus propias conveniencias utilitarias. Amor: Que no es gozo solitario, sin relación ninguna de entrega, o preocupación, o satisfacción a otro. Amor: Que es palabra dada en exclusividad y compromiso tan largo como la misma vida. Amor, en fin, que es la tarea apasionada por desear y conseguir el bien o la realización del otro. Por eso decimos muy bien AMOR ES DAR Y DARSE.
Afirmaban los obispos de Latinoamérica en Aparecida: “Es un deber de los padres, especialmente a través de su ejemplo de vida, la educación de los hijos para el amor como don de sí mismos, y la ayuda que ellos le presten para descubrir su vocación de servicio”. Decía un autor: “Cuando la satisfacción por la seguridad de otra persona llega a ser tan importante para uno como la propia, puede entonces decirse que existe una situación de amor. Que yo sepa no puede hablarse de que haya amor en ninguna otra circunstancia, diga lo que diga la cultura popular”.
El amor verdadero lo entendemos como el deseo y la decisión de hacer que el otro sea más por lo que yo le doy. ■
¡Happy Valentine!
P. Jorge Ambert, SJ
Para El Visitante