Del cantautor panameño Rubén Blades, resulta siempre actual el coro que aún dice: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Así lo afirmó “el borracho”, el personaje clave del conocido tema musical Pedro Navaja. Expertos en el estudio de la conducta humana, coinciden en que un signo evidente de madurez humana es la capacidad que tengamos para adaptarnos o no, a las circunstancias de la vida misma, que son muy variadas e insospechadas. San Pablo lo describió diciendo que ha aprendido a vivir “en la abundancia” y “en la escasez” (Flp 4, 11- 12). Muy probable, que todos tengamos esa capacidad, pero no todos lo sabemos y no todos la desarrollamos. El escritor australiano Markus Zusak, lo visualizó con el siguiente pensamiento: Tal vez todo el mundo puede vivir, más allá de lo que creen que son capaces.

Al igual que el Apóstol y el Escritor referidos, nuestros abuelos también lo decían pero de modo, más pintoresco: “Hay que saber bailar, al son que nos toquen”. Y me atrevo a añadir: De no haber música… ¡no bailamos o bailamos sin música! ¡Nos adaptamos! A fin de cuentas, lo importante ha de ser, aprender a vivir. El español, Don Víctor Fernández, describió tal realidad en su libro (Los Cinco Minutos con el Espíritu Santo), del siguiente modo:

“Espíritu Santo, ayúdame a desprenderme de mis planes, cuando la vida me los modifique… Serás mi poderoso inspirador en medio de toda dificultad. Derrama en mí tu vida, intensa y armoniosa, para que no me resista al cansancio, al desgaste, a los cambios… que no busque falsas seguridades. Enséñame a aceptar con serenidad y fortaleza los límites variados de cada día y las cosas imprevistas. Amén”.

Cualquier semejanza, con situaciones íntimas, personales o sociales, en el pasado, en la actualidad o en el futuro, ¿es pura coincidencia?

P. Edgardo “Gary” López

Para El Visitante

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