Carmen T. Muñiz, Ed.D
Para El Visitante

 

Las cualidades humanas y cristianas de nuestro Carlos Manuel Rodríguez (Charlie) lo destacan como un hombre de fe viva y amor incondicional para con su Iglesia. Asimismo, resumen lo que representa Charlie para los católicos en la Isla y en el exterior. Ellos, al igual que nosotros, esperamos su pronta canonización.

Sin duda, la ansiada canonización de Charlie tendrá un efecto unificador para Puerto Rico en momentos de tanta separación por razones ideológicas y de intereses personales por parte de muchos de nuestros líderes, quienes probablemente no conocen lo que dijera Charlie sobre las diferencias. Siempre es pertinente recordar su famosa carta al amigo Rafael Ángel (1955) donde el Beato le dice: “Cuando, pues, juntos estemos reunidos, no nos dividan pareceres contrarios ni distintos. Cesen las malignas discordias y las luchas y en medio de nosotros esté Cristo Dios”.

La mayoría de los puertorriqueños estamos muy orgullosos de tener un intercesor en el cielo y queremos que sea conocido en todo el mundo católico mediante su canonización. Citando a SS Juan Pablo II, quien en ocasión de la beatificación, dijo: “Él [Charlie], puso de relieve la llamada universal a la santidad para todos los cristianos y la importancia de que cada bautizado responda a ella de manera consciente y responsable. Que su ejemplo ayude a toda la Iglesia de Puerto Rico a ser fiel, viviendo con firme coherencia los valores y los principios cristianos”.

Carlos Manuel es un gran ejemplo para todos los cristianos, especialmente para nuestra juventud en momentos de inestabilidad económica y moral por la violencia, la criminalidad y la conducta delictiva de muchas personas en posiciones de liderazgo en diversas esferas públicas y privadas. La situación de desasosiego moral ha contaminado a muchos que gozan de la confianza pública, incluyendo a políticos, policías y juristas. Estas personas que han fallado deben recordar los sabios consejos de nuestro Beato: “No nos atrevamos a nada que favorezca el error (…), quien con el error transige no ama la verdad, no la conoce. El horror a lo falso es la clave del amor a la verdad” (de su ensayo La Verdad, 1947).

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