La Ley del Talión: En su origen esta ley tuvo un sentido humanitario, pues nació para limitar la venganza indiscriminada, que era corriente entre los pueblos orientales. Esta ley era interpretada literalmente en tiempos de Jesús por la mayor parte de los judíos; sin embargo, Jesús propone ir hasta el fondo de este mandato divino y descubrir en él la voluntad divina de romper con la espiral de la violencia que se genera al responder con la misma moneda. Los tres casos que se citan para explicar con ejemplos concretos el alcance de la interpretación de Jesús son bien expresivos. El tercero de ellos se refiere probablemente a un hecho concreto relativamente frecuente en Palestina en aquellos tiempos: La petición que las patrullas romanas desorientadas hacían a los viandantes para que los acompañaran y les indicaran el camino. La actitud de no hacer frente a los que les hacen mal llega hasta el punto de no negar la ayuda ni siquiera a los opresores romanos. Y la razón profunda de esta actitud es que con la llegada del reino se hace presente el amor de Dios, un amor comprensivo y sin medida, un amor que rompe las leyes de la correspondencia.
Nueva ley: Amar a los enemigos. San Mateo ha situado como culmen de las enseñanzas de Jesús esta invitación, porque en ella se resume todo lo dicho en las demás. En ninguna parte de la ley de Moisés se dice que uno debe odiar a sus enemigos. Este añadido es en realidad una interpretación posterior que tampoco debemos entender literalmente, pues en las lenguas semíticas el verbo odiar puede significar sencillamente no amar. En cualquier caso, es claro que los judíos habían interpretado el precepto del Levítico en sentido restrictivo y lo aplicaban solo a los miembros del pueblo elegido. La interpretación de Jesús ofrece un nuevo horizonte.
Esta es una de las enseñanzas más novedosas y revolucionarias del Evangelio, sobre todo por la motivación que se da para explicar el alcance y la raíz del amor cristiano. Es un amor que no puede quedar reservado al círculo de los más cercanos, a los de mi grupo o a los que me aman, sino que alcanza incluso a los enemigos. Es un amor sin fronteras y solo puede entenderse como expresión del amor de Dios, que es para todos. Los discípulos deben amar así, porque así es como ama Dios. Este será su signo distintivo. Las palabras finales: “sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre…” resumen magníficamente la enseñanza contenida en las cinco antítesis, Jesús como norma de vida para el cristiano: Los discípulos deben vivir con la mirada puesta en Dios, pues están llamados a manifestar en su vida la perfección de Dios, cuya expresión más acabada es el amor incondicional a todos.
¿TE ANIMAS?