Los valores democráticos se han desinflado en el proceso primarista que mostró una identidad contraria a la de otros tiempos de primaverales encantos eleccionarios. Miles de ciudadanos tuvieron que acogerse al proceso de la fila y la espera para tener que regresar a sus casas con las manos vacías y la voluntad en ascuas. El día 9 de agosto pasará a la historia como uno carente de virtud democrática, vacío de contenido.
El daño está hecho y el escepticismo se convierte en sello de fábrica. Este terremoto, ocasionado por la improvisación y la falta de iniciativas vivas ha derrumbado la credibilidad de una institución que era del agrado de todos. Cada cuatro años, después de una agitada presentación de ideas, se descansaba en la honestidad de los vigilantes de las urnas, patrocinada por la Junta Estatal de Elecciones. Había un voto de confianza, un sí ampliador de “estamos frente a lo justo y razonable”.
La vaciedad de principios y el desequilibrio partidista, inciden en el escamoteo de las urnas convirtiéndose en una mofa sobre el rostro fino de la democracia. Se ha regado por la Isla un escepticismo que amenaza con hacer de las elecciones generales una maratón de actitudes e ideas comprometidas con los manipuladores a tiempo completo. El continúo forcejeo sobre la verdad y la justicia, trae como consecuencia el desprecio al voto liberador.
En el pasado Puerto Rico era espejo y mapa por otros países que observaban el proceso eleccionario con entusiasmo y ojos transparentes. Los observadores del proceso regresaban a sus países llevando aires de honestidad y devoción al proceso eleccionario. Poco a poco se ha desinflado el sentido curativo de las elecciones, se ha caído en el escepticismo y la trivialidad.
En el año de la vicisitudes y miedos apocalípticos, la caída y pisada en falso de la Junta Estatal de Elecciones, corre el sentido patriótico, se siembra el abucheo como estilo y ensanche emocional. No se puede instigar a que se rebaje el voto a simple ritual sin contenido, a un gesto débil y quebradizo.
Poco a poco se han pervertido los valores y la listeria y sálvese el que pueda prevale sobre el bien común. Si se siembra semilla adulterada se recoge frutos de dolor y de sufrimiento. Se cae en la dictadura del yo escéptico, de los que viven del cuento del engaño. Ese afán de salirse con la suya, es remedio oportuno para los apadrinados y amigos de la casa.
Cuidar y proteger el proceso eleccionario es un servicio a la democracia, un fervor luminoso que disminuye las sombras de la mentira y el chantaje. El voto es un arma poderosa, una voluntad elevada que hay que cuidar meticulosamente. Hacer la guerra desde las urnas es crear un ambiente de inestabilidad y terror.
Quiera Dios que las aguas vuelvan a su cauce por reverencia a la democracia. El bien del País exige que todos los ciudadanos den el máximo y que juntos podemos celebrar en el batey de la democracia.
P. Efraín Zabala Torres
Editor