La parroquia San Antonio Abad de Añasco celebró con alegría y entusiasmo el décimo aniversario de estar disfrutando en el templo parroquial de la Capilla del Santísimo, agregada a la estructura del t emplo, como iniciativa del entonces párroco, Rdo. Padre Rogelio Mur Aguilar, O. Carm. La misma fue inaugurada y bendecida el día 31 de agosto de 2007, por el hoy Obispo Emérito, Mons. Ulises Casiano Vargas.
Los Padres Carmelitas insisten y recuerdan en repetidas ocasiones que el Sagrario es un lugar privilegiado para hacer oración, rezar el oficio divino, para estar de forma silente en compañía de Jesús, como hijos de Dios y dar testimonio de su cercanía. Ellos afirman que es muy importante estar ante el sagrario y exhortan a considerar a Jesús, no como una cosa, sino como una Persona, que siente, que ama, pero, sobre todo, que no excluye a nadie, por eso allí en el Tabernáculo del amor el mismo Señor, te espera a ti y a mí.
La invitación de P. Mur hoy, aún con mayor fuerza, no es otra, sino redescubrir que la Eucaristía es el centro y culmen de toda la fe de la Iglesia (Lumen Gentium 11). Que en el humilde signo del pan y el vino, transformados en Cuerpo y Sangre de Cristo el mismo Señor, camina como nuestra fuerza y nuestro viático, capacitándonos para ser testigos de esperanza para todos, (S. Juan Pablo II, carta encíclica (Ecclesia de Eucharistia), n. 62. La Eucaristía es el misterio de la fe. Misterio, que no se cuestiona, se cree. Es sacramento que se recibe y se da al alma como alimento. Pero a la vez, es sacrificio incruento, que se ofrece y redime en la Santa Misa.
Al preguntar a algunos fieles 10 años después sobre la construcción de la Capilla del Santísimo, su respuesta no se ha hecho esperar. Con una sonrisa algunos han dicho, somos dichosos y estamos muy agradecidos de P. Mur, hoy tenemos una hermosa Capilla del Santísimo a la cual podemos acudir a diferentes horas del día para la adoración privada, la oración silenciosa ante el Santísimo Sacramento. Como bien dice él, nos ha ayudado a incrementar y a robustecer nuestra fe, en la presencia real de Jesús en la Eucaristia.
Otros agradecen el gran beneficio de reservar la Eucaristía y llevarla, en especial el domingo, o en cualquier otro momento a los enfermos que, por estar impedidos, no pueden participar en la Santa Misa. Algunos no esconden su preocupación y piden se exhorte un poco más que hay que mostrar más sensibilidad, y menos indiferencia ante el Señor que está presente en el Sagrario. Otros afirman sentir una profunda alegría de poder visitar con más frecuencia a Cristo, especialmente cuando van camino al trabajo o cuando regresan. Basta que asomen la cabeza y le digan: “Hola Jesús, porque Él siempre ve y escucha, y conoce las alegrías, tristezas y miserias.
(José A. Rivera)