La bella isla de Cuba se apresta a acoger en su tierra al Vicario de Cristo, el Papa Francisco. Será la tercera vez que un Santo Pontífice, solícito y emancipador, establecerá su fecundo amor y su lealtad al Evangelio en la tierra de Martí. Este viaje inspirador, con buena conciencia, representa una agenda de amor, una vertiente de luz para ese pueblo que lleva la cruz de Cristo con gran hidalguía y no ha malogrado su destino propio, su convicción arraigada en años de supervivencia.
El Papa Francisco, interlocutor de gran firmeza y cercano a la gente, acarrea luz y lleva en su voz la palabra sanadora, el justo equilibrio, la libertad de espíritu que provee la Santa Iglesia para todos los hijos. Su misión fundamental es confirmar en la fe de Cristo, abrir espacios de amor y justicia, profesar el perdón y afirmar el poderío de Dios sobre el mundo. Trae una dosis de vitalidad, un abrazo por el pueblo cubano.
Es dentro del contexto de la fe de la Antilla Mayor, con sus manos elevadas hacia la Virgen de la Caridad del Cobre, que el Papa Francisco deshojará la virtud de la esperanza en un diálogo de ayer y hoy, sobre ese paréntesis que apenas empieza y se converge en rutas, propósitos, metas comunes. Es el momento de Dios, distinto, rebosante de efemérides de gran sentido religioso y práctico.
Los días regentados por dolor y lágrimas quedan como un trofeo, como una solvencia moral de un pueblo que posee miel, que porta una picardía con mayúscula, que no se rinde a la primera. Su amplio horizonte vas más allá de su entorno porque sus vasijas personales transportan un adiestramiento del corazón contra el pesimismo y el desgano.
Esa tercera visita de un Pontífice se logra por la genuina experiencia humana y cristiana de los hermanos cubanos. Esa vigilancia junto a sus costas y allende a los mares, donde quiera que se reúnan, se ha convertido en remolino de esperanza, en un sueño hecho realidad.
Desde Borinquén, en coro con Lola Rodríguez de Tío, nuestra insigne poetisa, pedimos la bendición para Puerto Rico, la otra ala, que ve en cada cubano a un hermano que viene de otra orilla. Es el momento de unirnos en oración, en abrazo fraternal, en alegría verdadera.
Que el Papa Francisco bendiga también a Puerto Rico y que nuestro pueblo pueda vencer la incertidumbre y la crisis presente.