“Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”. Es posible que alguna vez haya escuchado esta expresión que se refiere a las diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres, hasta el punto en que parecen ser de distintos planetas.
Con ella como punto de partida, Víctor Fabre y Janice Rosario, miembros de la liga familiar de Schoenstatt con 26 años de matrimonio, compartieron las diferencias generales entre hombres y mujeres que pese a todo complementan a la pareja. Esto ocurrió durante el Simposio de la Familia en el Santuario Señor de los Milagros en Arecibo el pasado mes de febrero con el tema Cuando mi media naranja es toronja.
“No estamos conscientes de que somos diferentes y somos bien diferentes”, subrayó Fabre mientras señaló que “somos distintos desde el principio. Estas diferencias empiezan desde los cromosomas, cuando son XX es chica y cuando es XY es varoncito”.
A medida que ambos crecen, las diferencias básicas se tornan más evidentes. Estas se deben en su mayoría a que ambos géneros poseen una estructura cerebral distinta. Por ejemplo, las mujeres necesitan recibir comprensión, respeto, valoración, seguridad y cariño. Los hombres, por su parte, requieren aceptación, admiración, confianza y aprobación.
Otras diferencias pueden ser la hormonal química que distingue a la mujer por ser emocional y el varón por ser racional. A esto Fabre agregó que las mujeres son como una ola y en los momentos en que utilizan palabras como “nada, todo o siempre, ya usted varón, sabe que la ola está alta. Lo más importante es saber que eso existe y pensar qué harás al respecto, porque por más que quieras correr, no puedes. Así que vas a surfear, porque la ola va a bajar. Eso quiere decir que la escucharás con el corazón y una vez ella se desahogue completamente, que la ola baje, le echas el brazo y la tranquilizas en señal de apoyo”.
Por ello, resaltaron que las diferencias entre la pareja son muy importantes, y no significa que son malas, al contrario, pueden y deben ser complementarias.
Durante la conferencia, Rosario compartió lo que llamó el ejemplo de la nevera, que consiste en la manera de cada cual ver las cosas, y que, a juzgar por la risa del público, es un hecho bastante común. Comentó que: “Se puede decir que el varón tiene una visión de túnel, por lo que es capaz de aislar lo que está alrededor y enfocarse. La mujer por su parte tiene una visión panorámica que le permite ver los detalles”.
Enfatizó la relevancia de reconocer ese detalle y nombró las veces que pidió a su esposo buscar algo en la nevera y que pese a buscar este no lo encontraba. “Eso es bien importante porque cuántas enfadadas me daba antes, pensando, cómo era posible que no lo viera. Y es posible porque es una realidad. La mujer puede aportarle al varón una perspectiva más amplia de los detalles que él no ve. Pero el varón le puede aportar a la mujer la perspectiva más profunda”, afirmó.
Recordaron que “todo esto tiene que ver en la manera que nos enamoramos, no solo en un pasado, sino en cómo nos mantenemos enamorados, porque el proceso es bien distinto. Importante, cuando se tienen hijos siempre hay que darle prioridad al esposo. Hay que sacar tiempo para estar juntos, para dialogar, orar juntos, comer juntos” y lanzaron la pregunta del Padre José Kentenich que cuestiona si existe un esposo o esposa ideal. La respuesta sorprendió a la mayoría al Rosario decir: “Sí, el que Dios nos dio. Que está a nuestro lado, con las cualidades y diferencias que existen, pero que nos complementan a través de las que se construirá el matrimonio llamado a la santidad”.
Para culminar compartieron una reflexión del Papa Francisco sobre el matrimonio que expresa que: “El matrimonio es un trabajo artesanal donde la misión del esposo es hacer más mujer a la mujer entendiendo sus diferencias y la tarea de la esposa es hacer al hombre más hombre, trabajen juntos en esa misión y lidiamos desde la complementariedad de nuestras diferencias”.
Nilmarie GOyco Suárez
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