Comentaban unos papás, escandalizados por el ambiente de libertad, o libertinaje, que se vivía en una escuela pública del área. Lo que comentaban me parecía inaudito. Una pincelada adicional, o lo que describían sería parecido a una orgía del imperio romano. Me vino a la mente la imagen del Dr. Frankenstein y su empeño por crear un ser compuesto de diversas partes humanas. Y lo que crea es un monstruo que acaba matándolo y aterrorizando a la comunidad.

Me pregunto si no será eso el proyecto de algunos padres permisivos en la crianza de sus hijos. Parafrasearía el refrán: “Siembra vientos y échate a dormir”. Terminarás en una pesadilla apocalíptica. Es la madre que tolera y alienta cualquier coqueteo de su nena, en la exposición descarada de sus atributos femeninos, para luego quejarse de que se enamoró de un ‘cualquiera’, o que terminó en embarazo. Es verdad que la sobre protección no lleva a nada bueno. Pero también la libertad despampanante, el sálvese quien pueda. Hay que dar libertad, sí, pero con un constante adiestramiento en los criterios y valores que no se pueden arriesgar. Y que nunca exista inmunidad.

Ahora bien, si quieres crear un delincuente, el curso es barato. Empecemos porque no le vas a contradecir en nada, a pesar de sus perretas de niño malcriado. Dale lo que pida; sé que tienes miedo de que luego quede traumatizado por tu dureza. Procura que tu hijo no sufra nada; hay que ahorrarle todo dolor, toda privación. Y claro, si le aparecen algunos dolores, que son parte de la vida, acostúmbralo a buscar rápidamente calmantes. Claro, como eres padre bueno, no vas a tolerar que tu hijo sufra lo que sufriste tú.

Como quieres que termine en un delincuente añade otros pasos. Por ejemplo, que sepa que, lo que no vaya directamente contra la ley, o le cueste cárcel si lo agarran, lo considere permitido. Es triste que tu hijo cuando mayor, tenga que pagar siquiatras porque no dejaste que expresase plenamente su libertad. Llegará un momento en que sus hormonas estarán trepadas. Deja que se desahogue. Claro, que novio lea una joven o un joven, y que, desde luego, tome las precauciones, que existen muchas, para evitar bochornosos embarazos. Si tu hija los tuviere, la cosa ya es más fácil: la ley permite abortos, incluso para ser buen americano, se pueden permitir hasta que el niño salga, tenga conciencia plena de sí, o le funcionen todos sus sentidos. Eso es lo último y lo chic.

No es bueno que termine como un ladrón. Pero puedes avisarle que hay muchos modos, sin posibilidades de ser detectado, de hincharmás las cuentas, o pasar facturas por debajo de la mesa. Tu hijo no puede ser un tonto; en esta sociedad hay que ser aguzao. Ah, y un principio muy moderno es el dicho inglés de mind your own business, que cada uno se raspe su propia piragua.

La compasión o la pena por el dolor ajeno es muy desagradable: evítala lo más posible. Y hablando del pudor, hoy pensamos que eso es de niñas acomplejadas. ¿Por qué tu hija no va a mostrar sus encantos? Además hay modas de gente respetable, beautiful people, que así se visten, y coquetean, y se remenean.

Así no se quedará jamona; algún pez picará el anzuelo. Espero que, al leerme, hayas captado mi mordaz ironía. Los papás que cité al principio se escandalizaban con razón de los procedimientos en aquella escuela. Eso es lo que nos rodea. No es fácil la tarea de criar; muchas veces es remar contra corriente. Es cuestión de soltar a veces, y otras de recoger. Hay que recordar el consejo de Pablo a los Romanos, que vivían en una sociedad de mucho esplendor y corrupción: “No se ajusten a los criterios de este tiempo”. “Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santidad”. ■

P. Jorge Ambert, SJ
Para El Visitante

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