De seguro has escuchado eso de que una imagen o un gesto vale más que mil palabras. Y, apuesto a que no solo lo has escuchado, sino que alguna vez lo has vivido, sea porque alguien tuvo un gesto significativo hacia ti o porque recibiste la gratitud de una persona que fue destinatario de una valiosa acción de tu parte.

A finales del 2019 me encontré de nuevo con una escena cargada de significado que me recordó eso. Y, aunque ante ella sobrarían las palabras, pensé que era justo y necesario escribir un poco acerca de ello, porque pasa que a veces nos callamos lo que deberíamos gritarle al mundo.

Amor y fidelidad son palabras que poco se escuchan y, con frecuencia, cuando se dicen, su sentido está distorsionado y confuso. Yo volví a toparme, no con estas dos palabras, sino con dos personas que han sabido encarnarlas a lo largo de una vida matrimonial de 70 años.

Hablo de don Julio Nieves Dávila y doña Santos Martínez Jiménez. Él con 92 años, ella, con 89. Ambos con las marcas del tiempo en el cuerpo, con el caminar lento, con miradas cansadas y a la vez dulces y penetrantes, tomados de la mano, con una sonrisa tierna y encantadora… sí, ¿por qué no decirlo? Una sonrisa tierna y encantadora sin un solo diente.

Para la sociedad, una realidad así, o es imposible o ha sido una tortura. Sin embargo, es fácil entender la perseverancia de un matrimonio como el de Julio y Santos, con 14 hijos y una hija de crianza, 37 nietos, 14 bisnietos y una tataranieta. Es más, olvidemos estos números por un momento. Con hijos o sin hijos, un matrimonio y una familia persevera y llega a ser plenamente lo que debe ser, solo si Dios está en el centro, no porque lo pone uno de los dos, sino porque ambos lo han elegido como fundamento del hogar.

La historia de este matrimonio, como la de tantos, ha sido marcada con la tristeza y la alegría, la salud y la enfermedad, el éxito y el fracaso, la abundancia y la escasez, la seguridad y la incertidumbre, pero todo eso lo han sabido abrazar, acoger y vivir con confianza, gracias a la fe.

Julio y Santos son testimonio vivo del amor que se entrega sin condiciones, que no lleva cuentas, que se olvida de sí y busca la felicidad del otro… son testimonio de una fidelidad que se estrena cada día sin el agobio de un futuro incierto y que nada tiene que ver con el mero aguante de los defectos del otro.

Julio y Santos, desde el silencio de una vida sencilla, desde el trabajo alegre y la sabiduría obtenida de las experiencias y de una vida de oración, son testimonio, para los que elijan el matrimonio u otro estado de vida, que es posible amar y ser fiel para siempre.
Roguemos por más matrimonios así: unidos al corazón de Dios, reflejando el amor de Cristo por su Iglesia, caminando siempre en la misma dirección. Y demos gracias a Dios por los que, hoy por hoy, intentan vivir así. ¡Gracias, mis queridísimos abuelo Julio y abuela Santos! ■

Vanessa Rolón Nieves
Para El Visitante

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