La Iglesia Católica siempre ha querido acercarse de una manera especial a los jóvenes. La Doctrina Social de la Iglesia les reconoce el derecho, que debe ser tutelado por el estado, de recibir una educación adecuada, en todos los ámbitos y de tener oportunidades de empleo (CDSI 287). Señala el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (289- 290): “El alto índice de desempleo, la presencia de sistemas de instrucción obsoletos y la persistencia de dificultades para acceder a la formación y al mercado de trabajo constituyen para muchos, sobre todo jóvenes, un grave obstáculo en el camino de la realización humana y profesional”.
La educación cristiana de los jóvenes debe incluir una formación moral adecuada, fundamentada en la verdad y en la dignidad humana (Catecismo Iglesia Católica 2526).
Los jóvenes construyen el presente del mundo, porque si bien la juventud es una etapa formativa en la vida, es también una etapa participativa, en la que los jóvenes aportan su energía y su entusiasmo, su avidez de nuevas experiencias, su capacidad de desafío ante las situaciones de injusticia y su solidaridad. El llamado a los jóvenes hecho por el Papa Francisco en la más reciente Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Panamá, en enero de 2019, fue a que estos colaborasen en la construcción de una cultura de encuentro, fundamentada en el amor a los semejantes.
En las Jornadas Mundiales de la Juventud, se constata la fuerza de la juventud católica y su importancia para transformar el mundo. Una multitud de jóvenes, millones provenientes de todos los rincones del mundo, demuestran su compromiso de asumir la responsabilidad de ser imagen de Cristo ante el mundo. Estas jornadas, instauradas por San Pablo VI, se convierten en expresión de la Iglesia universal y símbolo de unión eclesial, además, son un instrumento de evangelización de los jóvenes y promueven un peregrinaje de fe espiritual y práctica.
La participación que promueve la Iglesia en su Doctrina Social, no se limita a las celebraciones de cada tres o cuatro años. El Vaticano reconoce que los jóvenes “están aprendiendo a vivir sin Dios y sin Iglesia” y que la juventud percibe a la Iglesia como una institución poco cercana. El documento preparativo del Sínodo de Obispos sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, celebrado en octubre de 2018, expone que los jóvenes a menudo sienten desconfianza, indiferencia o indignación hacia las instituciones, incluyendo a la Iglesia, en su aspecto institucional. El documento afirma que los jóvenes no están en contra de la religión, pero que desean una Iglesia cercana a la gente y a sus problemas sociales. Ante esta actitud, nos dice el Papa Francisco: “La Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de los jóvenes, así como también de las dudas y las críticas”.
La Iglesia también está acercándose a los jóvenes, a través de los nuevos medios de comunicación. Se han desarrollado herramientas tecnológicas orientadas a la juventud: presentaciones del Papa en YouTube y aplicaciones como DOCAT, accesible gratuitamente, permiten a los jóvenes tomar conocimiento de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y recibir orientación catequética en una forma novedosa. Todos los laicos debemos también apoyar la participación de nuestros jóvenes dentro de la Iglesia y en nuestras parroquias. Propiciar su participación requiere que se defina qué roles asumen, en qué áreas participan, para qué son convocados, si son consultados o no y ampliar cada vez más sus esferas de participación. Lo que les pueda faltar de experiencia a los jóvenes, les sobra de valentía. El Papa hace una exhortación a la Iglesia y en especial a los jóvenes: “La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente del entusiasmo de los jóvenes. Haceos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida. Sois el presente, sed el futuro más luminoso”. ■
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Nélida Hernández
Consejo de Acción Social Arquidiocesano
Para El Visitante