La Iglesia no es el templo, la prioridad es la gente. Lo cierto es que las piedras físicas y las piedras espirituales tienen un paralelismo que abruma. Cuando el templo de la parroquia Inmaculada Concepción de Guayanilla -lugar donde nací en la fe, crecí, viví todos mis Sacramentos y asistí al igual que mi familia por varias generaciones- se desplomó por los temblores recientes con una imagen que dio la vuelta al mundo en pocas horas, toda persona comprendió de manera absoluta que muchas vidas en el sur estaban en verdadero peligro. Si la tempestad tumbó esa iglesia, ¿cómo no tumbó casas y otras estructuras? Pues, lo hizo.

Como el templo se desplomó, muchas vidas fueron expuestas al límite aquella madrugada llena de miedo y fueron tumbadas de sus camas, de sus seguridades, de su tranquilidad en la madrugada y expuestas a la intemperie y sin refugio en la calle al igual que aquellas piedras de la iglesia. El pueblo sufrió la desorganización de una respuesta rápida y eficaz del aparato gubernamental que no estaba preparado para una emergencia como esta. Queda en el tintero si era posible la preparación efectiva para estos acontecimientos.

Como las piezas sueltas de un rompecabezas en el suelo de la iglesia, el pueblo fue jamaqueado, desorganizado y entumecido por el estado de shock. Incluso, las réplicas siguieron derribando partes de la iglesia, derribando la calma de la gente.

Sin duda hay que destacar la labor que realizaron P. Melvin Díaz y P. Segismundo Cintrón, en Guayanilla y Guánica respectivamente, junto a tantos otros sacerdotes, líderes y organizaciones como Cáritas de P.R., Servicios Funerarios Católicos de P.R., Caballeros de Colón de P.R., Cofradía de Penitentes de Juana Díaz, Movimientos Apostólicos y líderes parroquiales en el litoral costero del sur para mantener la calma, el espíritu de oración, preparación ante otros temblores y diligenciar la ayuda, agua y alimento a la gente.

El templo hoy solo está derribado como está mi amada gente de Guayanilla, Guánica, Peñuelas, Yauco, Ponce y otras comunidades por la crisis posterior. Pero no estamos vencidos, mucho menos destruidos ni doblegados, solamente derribados y aturdidos por el momento. Es impresionante sentir la fe, la oración y la esperanza en Dios de la gente aún en los momentos más duros. Lo que brotó del corazón de la gente fue una mirada hacia arriba, una oración constante, el rezo del rosario, de la coronilla, tomarse de las manos y abrazarse para valorar el don de la vida.

Con la ayuda de Dios que no nos abandona y bajo el amparo de la Patrona Nacional Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia y de la Inmaculada Concepción se levantará el templo de piedras vivas y piedras estructurales. Y si volviéramos a caer, igual nos levantamos piedra sobre piedra, mano a mano unidos como hermanos de una Iglesia.

Solo pido a Dios que aquellas piedras que sostuvieron las paredes centenarias y que hoy son escombros derribados en el suelo sean el abono fértil de una Iglesia más fuerte que acompaña, ora, se edifica, se forma y camina…

Enrique I. López López
e.lopez@elvisitantepr.com
Twitter: @Enrique_LopezEV

Foto por: Jose Luis Pons Torres. Derechos reservados.

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