Y no me refiero a la famosa canción de Frank Sinatra. En la película Los Dos Papas el guionista caracteriza a Benedicto XVI como el hombre de la Verdad, a la cual nos atenemos, que se impone sobre otras consideraciones. De hecho, una de las preocupaciones de este Papa era el relativismo. Le preocupaba que todo principio pareciese igual, y que todo dependiese de mi aceptación. Surgen así las personas que buscan participar en una iglesia a su talla.
Como quien va al supermercado X para un producto y a otro supermercado porque otro producto está en especial. Una iglesia a mi medida, una verdad a mi medida.

Esa forma de pensar tal vez es la razón de por qué brotan continuamente nuevas iglesias, nuevas formas de culto a Dios, basadas, según ellos, en la Palabra divina. La periodista franco-marroquí Lamia Oualalou decía sobre el evangelismo en Brasil: “Cuando le preguntaba a la gente por qué iba a la Iglesia evangélica, el argumento teológico no aparecía. De hecho, lo único que existe es el templo evangélico: allí pueden cantar, hacerse de amigos, dejar a sus hijos. No están presentes ni el Estado con políticas públicas (salud, trabajo, educación), ni la Iglesia católica, pero sí están presentes los evangélicos
que suelen prestar algunos de esos servicios. En los templos encuentran todo esto, o sea, un lugar de respaldo. Por ejemplo, si alguien pierde su trabajo, la red se activa hasta que consigue uno. Y si le hace falta comida le dan arroz. Los evangélicos, en Brasil, ocuparon el espacio del Estado con el consiguiente impacto cultural y político que ello acarrea. La gente vive encerrada en ese mundo, todo el tiempo”.

Esa forma relativa de pensar lleva con facilidad a admitir relaciones matrimoniales sin tener en cuenta el pensamiento del Señor, y de su Iglesia, sobre esta relación humana tan especial. Llama la atención que evangélicos, tan literales al interpretar la Escritura, cuando llegan al pensamiento de Jesús sobre el matrimonio con facilidad se lo saltan. Tal parece que la única cualidad de aprobación de parte del Señor a esas relaciones es que no se violenta a nadie, es algo mutuamente acordado. Ya no es, necesariamente, hasta que la muerte los separe, ni el compromiso ante la comunidad, ni la apertura responsable ante la vida. Parece que todo vale.

Pensando tal vez en este relativismo práctico, predicaba el Papa Francisco: “El Espíritu Santo te lleva a Dios, y si pecas, el Espíritu Santo te protege y te ayuda a levantarte, pero el espíritu del mundo te lleva a la corrupción, hasta el punto de que no sabes lo que es bueno y lo que es malo: todo es lo mismo, todo es igual”. En un momento climático de la película que aludimos, y ante la insistencia de Benedicto en “la Verdad” le añade Francisco “sí, con misericordia”. Comprendemos situaciones en que la debilidad humana puede más que el aceptar lo que “sabemos que es de Dios”… Dejamos el juicio definitivo a la misericordia divina, pues solo la cuchara sabe lo que está en la olla. Pero no podríamos aceptar como santo lo defectuoso, lo que a la luz del Espíritu, y la vivencia de su Iglesia, sabemos que es contrario a la voluntad divina.

Dice el refrán: “Soy amigo de Platón, pero más de la verdad”. Lo que indica que comprendemos las situaciones íntimas y dolorosas de muchas parejas, y de muchos cristianos ante las exigencias del “Tú, Sígueme” de Jesús. Respetamos decisiones que creemos desacertadas. Pero dos y dos son cuatro, aunque lo niegue Einstein. Estaría hablando de unas matemáticas nuevas, o de un mundo que no es el concreto en el que seguimos viviendo. El Papa subraya que muchos cristianos, “viven sin saber lo que pasa en sus corazones” y, por ello, San Pablo y San Juan dicen: “No crean a todo espíritu”, a lo que sienten, e invita a probar el propio espíritu. ■

P. Jorge Ambert, SJ
Para El Visitante

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