“Vieron al niño con María, su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra”, (Mt 2, 11).

Una cajita llena de yerba será el presente de los niños puertorriqueños en la noche de la víspera de la Epifanía del Señor, que se celebra cada 6 de enero. Ilusiones, tradición, significado y encanto inspiran artesanías en talla de palo, música campesina en décima o trullas, caravanas matinales y estampas vivientes. Todas aluden a estos tres personajes de vestimentas finísimas, representantes de tierras lejanas y portadores de regalos que buscan adorar al Niño Dios.

No cabe duda que los popularmente conocidos como “tres reyes magos” o “santos reyes” han calado hondo en la tradición del pueblo boricua desde hace siglos. A la luz de los sagrados textos surgen más preguntas que respuestas. ¿Quiénes y cuántos son estos misteriosos personajes? ¿De dónde vienen? ¿Por qué ofrendan al Emmanuel?

 

Sabios y adoradores

Realmente las fuentes de información en la Biblia son escasas. De hecho, se limitan a unas líneas en el Evangelio de Mateo, el único que habla sobre unos “magos”; no dice nada de “santos” o “reyes”. Estos últimos términos son atribuidos por la tradición popular. Dato interesante es que “mago” y “sabio” cuentan con la misma raíz etimológica en el latín tardío: sapidus.

Mateo no especifica cuántos son, si son tres o más. Esto se desprende por la cantidad de regalos nombrados. Sobre su procedencia, el Evangelio solo detalla que, guiados por una estrella, provienen de “Oriente”, un término muy genérico que en ese entonces pudiera atribuírsele a la vasta región que comprendía Babilonia, Persia o el Sur de Arabia. Aunque otras interpretaciones de los textos sugieren que estos estudiosos del cielo pudieran provenir de Europa, África y Asia respectivamente, símbolo de los tres continentes conocidos con religiones diversas en ese entonces.

 

Cumplimiento de la profecía

Nombrados por la tradición se llaman Melchor, Gaspar y Baltazar, quienes representan al mundo, a los paganos a quienes se les ofrecerá posteriormente la salvación. Sus presentes son más que un simple tributo, simbolizan la realeza (oro), la divinidad (incienso) y la Pasión y muerte (mirra) del Hijo de Dios que vino a salvar la humanidad.

Providencialmente, los magos cumplen con una adoración que ratifica los oráculos mesiánicos descritos en el Viejo Testamento que expresan el homenaje de las naciones al Dios de Israel. El libro de los Salmos (72, 10-11), que pudiera ser una referencia para llamar a los magos “reyes”, versa: “[…] los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo. Los reyes de Sabá y Seba todos pagarán impuestos; ante él se postrarán los reyes”. Otras referencias de esta adoración son Isaías (49, 23) y Números (24,17), ambas mencionan a unos reyes.

Del mismo modo, queda manifestado que el Mesías no solo se reveló a los pastores y los judíos, sino también a los extranjeros. Estos personajes simbolizan el mundo que no conoce a Jesús y en ese sentido la Epifanía es un recordatorio para la Iglesia de su labor misional en los confines del planeta. Lo que también representa un reinicio en el profundizar en la fe para cada creyente; ese anhelo de buscar y encontrar a Jesús.

 

¿Una tradición celeste?

Con el paso de los días, una tradición popular indica que los niños ven cómo los “Reyes Magos” se acercan por el cielo, en el cinturón de Orión. Los sabios y científicos fueron estudiosos de la bóveda celeste y esta tradición de alguna forma es reconocida por la astronomía. Las tres estrellas en el cinturón de Orión son Mintaka (a 916 años luz), Alnilam (a 1350 años luz) y Alniltak (a 815 años luz), nombres derivados del árabe que traducidos al español son Gaspar, Melchor y Baltazar.

Papa Francisco, en una homilía durante la celebración de la Epifanía, explicó que según la tradición ellos eran “hombres sabios, estudiosos de los astros, escrutadores del cielo, en un contexto cultural y de creencias que atribuía a las estrellas un significado y un influjo sobre las vicisitudes humanas”. Ellos emprendieron un largo camino para poder tener un encuentro personal con Dios.

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