En la pasada edición se discutieron dos de los cuatro puntos del método recomendado por Padre Kentenich para facilitar el apoyo de la gracia de Dios a la experiencia cotidiana.

Tercer paso: Interpretar

El Antiguo Testamento se puede simbolizar como la actitud de esperar por la acción salvadora de Dios. La espera, como actitud religiosa, hace referencia a los acontecimientos que dependen solamente de la voluntad divina. A diferencia de otras religiones o ideologías, el liberador que espera el hombre bíblico no depende de sus decisiones propias sino del propio Dios salvador.

¿En qué se fundamenta esta esperanza? El Antiguo Testamento indica tres: la omnipotencia divina, su misericordia y la fidelidad de Dios a sus promesas; según algunos textos se designa a Dios como «la esperanza» por antonomasia.

Se evidencia que el ser humano es hambre de Dios, añoranza de lo eterno y lo infinito. San Agustíndijó: “Inquieto está, Señor, mi corazón, hasta que descansa en ti”. El anhelo de Dios queda satisfecho solo en el cielo prometido.

Cuarto paso: Aplicación a la vida 

Crecer en el anhelo: cuando Dios no está vivo en el ser humano, se siente la carencia pues el hombre ha sido creado para ser feliz solo en cuanto que todo bien lo ve en Dios. Si cuenta con bienes materiales y fuentes de placer, los ha de recibir y experimentar en dependencia de Dios, y no verlos como logros exclusivos de la iniciativa puramente humana y natural. La abundancia puede generar la ilusión de ser independientes y auto-suficientes con los recursos técnicos, pero estos a la vez conducen a desilusión por su capacidad de destruir la humanidad, y a la frustración porque jamás brindan la felicidad terrena sin límites y por eso nos coloca en el umbral de la desesperación.

Condiciones para la esperanza: La esperanza descansa en la fe. La esperanza exige un compromiso personal, un compromiso que nace en el corazón, (corazón entendido como núcleo de la personalidad). Cuando Dios Padre:

-pide al ser humano la obediencia a sus deseos

-enseña a amar

-invita a que los busquemos

-inspira nuestra conversión

-anima a la confianza

-muestra con su perdón cómo debemos perdonarnos y perdonar a otros… siempre añade que lo hagamos de todo corazón. El corazón es el sello que identifica cada acción como auténtica.

Ni pacifismo ante los eventos, ni activismo desesperado, sino que, según Padre José Kentenich, amparados en el Creador Providente, hemos de participar ante todos los eventos en dependencia de Dios, pero con todas nuestras iniciativas.

Resultados de la esperanza: libertad y paz. Renunciamos a vivir encadenados al yo, a los deseos y caprichos egoístas y nos esmeramos en hacer el bien en toda oportunidad y circunstancia. Renunciamos a ver todo bajo cálculo materialista para ocuparnos de cultivar virtudes como la bondad, la honestidad, la compasión y la empatía según el modelo de María.

Renunciamos a la rebeldía, a la protesta violenta, y a la queja sin límite diciendo: “Pues mis delicias son tus preceptos; tus normas, mis consejos” (Sal 119, 24). “Si permanecen fieles a mi palabra, ustedes serán verdaderamente mis discípulos, así conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8, 31).

En, por y para Cristo, como María, emana la libertad de los hijos de Dios. Es decir, el hombre nuevo en comunidad nueva para renovar y transfigurar a Puerto Rico. Santa Teresa De Jesús solía decir sobre la paz: “Nada te turbe, nada te espante el que tiene a Dios todo lo tiene y nada le falta”. Al imitar el anhelo, la escucha y obediencia de María ante el Plan Divino, revertimos la destrucción del huracán María en una obra redentora del Puerto Rico actual… muy necesitada.

Es la paz que solo Dios me puede dar, como don suyo que podemos custodiar, atesorar, desarrollar y compartir. Decía Santa Catalina de Siena que el cielo o se inicia en esta tierra o nunca lo alcanzamos. Pronto se unen en una frase la gloria que corresponde a Dios y la paz a nosotros: “Gloria a Dios en el Cielo y paz en la tierra a hombres de buena voluntad”, (Lc 2, 14) es decir a los que dicen: “Aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”, (Heb 10, 7).

Dios nos sostiene por la fe, nos atrae por la esperanza y encanta con su amor misericordioso. Nos convoca a un encuentro, a una conversión total, simbolizada en el corazón, que sabe obedecer con libertad y alegría:

• trabaja para transformar las crisis en oportunidades,

• las incoherencias en sana confrontación, 

• y el cansancio en renovado compromiso

Es decir (haciendo referencia a palabras del P. José Kentenich): Alegres en la esperanza, seguros de la victoria -vamos contigo María y con tu Hijo Jesús hacia los nuevos tiempos- de Puerto Rico, tierra del Gran Señor.

Dra. Hna. M. Elena Lugo, Ph.D.

(Última parte)

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