Al finalizar el mes de agosto la comunidad católica de Cabo Rojo, en particular la Comunidad de Puerto Real, despidió a unas de sus mejores hijas: Carmen Yolanda Rodríguez Ortiz. Yolanda, como la conocía todo el mundo, fue uno de esos seres maravillosos que la vida nos brinda la oportunidad de conocer y de considerarse su amigo.
Durante 30 años fue una servidora pública dentro del Sistema de Corrección, específicamente en la Junta de Libertad bajo palabra. Aunque me cuesta usar este término, con Carmen Yolanda no tengo temor a equivocarme: fue una servidora pública. Dentro del sistema de Corrección fue ascendiendo en sus responsabilidades hasta convertirse en Jefa Supervisora de cinco Oficinas de esta dependencia: y nunca fueron ascensos políticos sino por sus propios méritos.
En el marco social siempre luchó por su querido Puerto Real colaborando para hacer de esta comunidad una acogedora; procurando además darla a conocer. Originó el Festival del “Pescao” que puso a Puerto Real en la mirada de todo el país. Nunca ganó un centavo con ello, su sentido de servicio fue de esta magnitud. Su otro amor lo fue su capilla de Nuestra Señora del Carmen: estuvo siempre en el corazón de este apóstol. Desde campañas de recolección de fondos para la construcción de la misma hasta la búsqueda de materiales para el campamento de verano, sin olvidar su sentido de ayuda al necesitado y animación para que la comunidad celebrase su fe.
Su vida discurrió en ese camino de servicio que se manifestó, de una manera especial, en su amor por los fue lugar de acogida para nosotros. Los Padres Agustinos, quienes rigieron su parroquia por muchísimos años son testigos de esta verdad.
Siempre se comunicó con ellos, los visitó, los invitaba a comer, era una gran cocinera, pero sobre todo se preocupaba por su bienestar espiritual. Tuvo la gran capacidad de saber escuchar y hacer oración esa escucha.
El día de su sepelio fue un signo de esa respuesta; ocho sacerdotes estuvimos concelebrando y celebrando la vida de este apóstol que seguirá viva en medio de los que la conocimos y su legado será recordado por siempre.
A la Alcaldesa de Puerto Real (ese título se lo di yo) le decimos gracias por tanta generosidad y testimonio. A su hermano, Chito y a sus sobrinos les toca mantener vivo su legado. Hasta siempre, Yolanda.