“La Iglesia es Iglesia de mártires: ellos sufren, ellos dan la vida y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio». […] «hombres y mujeres fieles a la fuerza del Espíritu Santo, a la voz del Espíritu, que abren camino, que buscan caminos nuevos para ayudar a los hermanos y amar mejor a Dios». Y por esta razón «son vistos con sospecha, calumniados, perseguidos…”, (Homilía de Papa Francisco 12 de abril de 2015).
Las historias de Justino, Pedro y Marcelino ejemplifican esa Iglesia de la que habla Papa Francisco. A continuación El Visitante comparte algunos datos biográficos de estos tres mártires.
Justino
Mártir, Año 165
El camino de la conversión de Justino, que probablemente ocurrió en Éfeso, estuvo marcado por la búsqueda y aproximación al cristianismo. En Roma fundó una escuela desde la cual defendió la nueva religión cristiana de sus detractores y escribió dos Apologías. En las mismas el filósofo critica desde el inicio la actitud de las autoridades romanas que castigan a quienes hacen confesión del cristianismo. Después escribe Diálogo con Trifón el cual desarrolla con citas bíblicas y que reproduce una discusión que sostuvo durante dos días con un judío culto. Por su incansable actividad Justino tuvo que enfrentar en debates públicos al filósofo cínico Crescente, quien, según las crónicas de la época, le denunció a las autoridades por lo que fue encarcelado junto a sus discípulos. Fue condenado a la decapitación y ejecutado alrededor del año 165. Su festividad es celebrada el 1 de junio.
Pedro y Marcelino
Mártires, Año 304
Pedro era un sacerdote muy estimado en Roma y Marcelino era un piadoso cristiano que tenía el poder especial de expulsar demonios. Los enemigos del cristianismo los llevaron a prisión pero allí predicaron con entusiasmo y fervor por lo que lograron convertir al carcelero y a su familia, y también a varios prisioneros. Esto provocó un disgusto mayor entre sus perseguidores quienes los condenaron a muerte.
Fue en un bosque llamado Selva Negra donde Marcelino y Pedro fueron decapitados. Sus verdugos recibieron instrucciones de sepultarlos en secreto. Pero uno de los verdugos se conmovió por la forma sosegada en que los mártires enfrentaron la muerte. Y esto le hizo convertirse y dar detalles del lugar donde ocurrieron los sucesos. Así fue que los cristianos lograron dar con el mismo. Eso hizo posible que ambos mártires recibieran una honrosa sepultura. Con el paso del tiempo fue construida una basílica sobre sus tumbas. Tanto significado tuvo tal edificación para el emperador Constantino que allí ordenó que sepultaran a su madre, Santa Elena.
Según testimonios recogidos en diversas crónicas antiguas, se relatan diversos milagros que se obraron ante los restos de los santos. En los mismos, la voz de la gente repetía esta piadosa sentencia: “Marcelino y Pedro poderosos protectores, escuchad nuestros clamores”. La Iglesia celebra la festividad de estos mártires el 2 de junio. ■
(Fuentes: Varias)