“La vida religiosa es lo mejor que me ha pasado en la vida. Si volviera a nacer sería de nuevo Hermana Dominica de Nuestra Señora de Fátima”, con estas palabras Sor Gloria describió lo que representa celebrar 50 años de haber hechos sus votos en la congregación de origen puertorriqueño.

“Soy feliz, amo mi congregación y amo la misión de la congregación”, expresó, aunque reconoció que al estar involucrada en trabajos administrativos, no ha tenido tiempo para dedicarse al trabajo religioso social que se destaca en su orden.

Sor Gloria cuyo nombre de pila es Irma Torres Díaz relató que en un principio ella no visualizó ser religiosa como una opción de vida. “Me parecía bonito para otras personas, pero no para mí. Fue mi director espiritual, un misionero redentorista que estaba en Caguas él que vio que yo tenía vocación. Con su ayuda, pidiéndole mucho a Dios y con la oración descubrí mi vocación”, destacó la amante de la fotografía y de confección de tarjetas.

Recordó que fue a conocer muchas congregaciones y que no se sentía atraída por ninguna y nuevamente fue su director espiritual quien le habló de las Hermanas Dominicas de Nuestra Señora de Fátima que estaban en Yauco. “Él me hizo la cita, pero ese día no me acompañó. Me fui en carro público desde Caguas hasta Yauco. Cuando llegué la Madre Dominga me recibió y me encantó. Estuve una semana con ellas. Cuando regresé ya estaba segura que eso era lo que Dios quería para mí”, precisó.

Cabe mencionar que pese a que su madre siempre la llevó a la iglesia y se preocupó porque ella y sus hermanas recibieran los Sacramentos al enterarse que su hija iría al convento, no se opuso. Sin embargo, luego se dejó llevar por comentarios, “le decían no vas a volver a ver a tu hija y que me perdería, que me pondrían penitencias muy fuertes. Ella no me lo dijo verbalmente, pero yo sentía que no estaba de acuerdo porque cuando nos sentábamos a la mesa lloraba. La noche antes de irme al convento fueron mis amigos y hasta los sacerdotes a despedirme a casa y ella cambió”.

De otro lado, los primeros años en el convento antes de hacer los primeros votos la mandaron con una hermana con más experiencia para dar catequesis, visitar hogares y para atender situaciones familiares. El mismo día que hizo sus primeros votos en el 1966 la enviaron a estudiar trabajo social a la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico en Ponce. Sor Gloria fue feliz porque ya estaba relacionada con este campo porque antes de entrar al Convento trabajó como secretaria en la Sala de Menores del Tribunal Superior de Caguas.

Mientras estudió, vivió en una casa que hay en el campus y allí hizo apostolado con la juventud universitaria. “En esos años trabajamos fuertemente con la Juventud de Acción Católica que se estaba levantando en esos años en Ponce”, comentó. Más adelante continuó trabajando con jóvenes en Aibonito y Cataño.

En el 1977 en una reunión del capítulo general (por ley canónica cada 6 años las religiosas se reúnen para elegir a la persona que va a dirigir la congregación) la seleccionaron como Ecónoma General (similar a un tesorero). A su vez la asignaron a Arroyo y allí trabajabó con matrimonios que no se habían casado por la Iglesia y con personas divorciadas.

Para el año 1996 fue Secretaria del Delegado Apostólico para Puerto Rico, en República Dominicana, por 2 años, hasta que nombraron a Monseñor Álvaro Corrada del Río como administrador apostólico, sede plena de Caguas. Él pidió una hermana de Fátima como secretaria. El 3 de febrero de 1998 comenzó a trabajar en el Obispado de Caguas hasta el presente. Esto porque a pesar de que Mons. Álvaro solo estuvo 3 años en Caguas, cuando llegó P. Obispo Rubén González Medina en el 2001 le pidió que fuera su secretaria también.

Es preciso mencionar que a raíz del traslado de P. Obispo Rubén a la Diócesis de Ponce, Sor Gloria sigue siendo su secretaria. No obstante hasta que a la Diócesis de Caguas no se le nombre un Obispo ella continúa los lunes realizando trabajos administrativos en Caguas y de martes a viernes en Ponce.

Tras sus bodas de oro, Sor Gloria admitió que espera que Dios le dé la oportunidad en los años que le quedan de vida de alcanzar la santidad. “Cuando me examino todos los días me doy cuenta que aún me falta mucho para lograrla”, confirmó que fue Madre Dominga, la que le inculcó su amor a los sacerdotes y obispos.

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