“¿Cómo pagare al señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación e invocando su nombre”, (Sal 115).

Con este hermoso salmo que alude a la Eucaristía, P. Julio A. Rolón Torres resume lo que ha sido su respuesta a la llamada de Dios por sus 25 años de vida sacerdotal como presbítero de la Diócesis de Ponce. Con ánimo alegre, el también párroco de San Blas de Illescas de Coamo abrió las puertas de su hogar para relatar parte de su historia de servicio del pueblo de Dios y con la formación de seminaristas en la coyuntura de su Aniversario.
Todo camino tiene un inicio. A algunos les llega como un relámpago, pero a Padre Julio no fue así. Su familia no era piadosa, tampoco acaudalada; eran personas de bien que iban a misa ocasionalmente y vivían en un residencial público en Ponce. Él es el hijo número 15, el menor que llegó por sorpresa. Creció como uno más con sus travesuras y anhelos. Fue su propia madre la que le pidió que se hiciera monaguillo, pero cuando la invitación vino de sus amigos Héctor y Willie fue que aceptó.
“Yo diría que por ahí comenzó realmente el contacto con las cosas de Dios. A los 15 o 16 años empecé a ir a la parroquia Santa Teresita con los padres capuchinos y ahí comenzó la posibilidad de que el Señor me pudiese llamar”, sostuvo P. Julio.
Su vocación no fue una llamada relámpago, fue un proceso. “Estaba leyendo un libro, no recuerdo el autor, empezó a describir a una persona: ‘Si úu eres un joven así, así, te gusta ayudar a los demás, estás en la Iglesia, posiblemente Dios te está llamando a ser sacerdote’. Yo cerré y dije este libro no es para mí”, relató.
Esa fue una primera llamada. La segunda llegó en medio de una confesión. El sacerdote capuchino le preguntó si alguna vez había pensado en ser sacerdote. Primero se asustó porque quería formar una familia. El capuchino se río y le dijo: “Si Dios te llama a ser esposo vas a ser esposo; si te llama a ser sacerdote vas a ser sacerdote”. Esas palabras lo impulsaron a dar lo mejor de sí para cualquier vocación. En la parroquia retumbaba el clamor por más sacerdotes. Comenzó a orar: “Señor si hacen falta sacerdotes y me necesitas, aquí estoy”, pero no dio el paso. Fue hasta la universidad que conoció a un sacerdote que lo dirigió espiritualmente y a sus 20 años, luego de oración, dirección espiritual y vida sacramental y con un bachillerato finalizado decidió ingresar al seminario Regina Cleri de Ponce en el 1998.
Luego de su proceso de formación el 14 de mayo de 1993 fue ordenado sacerdote bajo la imposición de manos de Mons. Fremiot Torres Oliver, Obispo de la Diócesis de Ponce en ese entonces, en la iglesia Santa María Reina. Ese día quedó grabado en su corazón. Al pedir que compartiera una anécdota, sin pausa relató cómo quedó grabada la postración durante la letanía de los Santos. “Repetía continuamente una oración, quiero, quiero porque quieres, como asegurando mi intención de querer ser sacerdote”, reveló.
Trabajó en el Obispado como secretario de Mons. Suriñach, luego de un tiempo fue a estudiar en Roma. Trabajó en Juana Díaz, Coamo y lo envían como primer párroco a organizar la parroquia Santo Domingo de Guzmán en Yauco fundada para entonces en el 2001. En la primera parroquia fundada en el siglo XXI en Puerto Rico estuvo 5 años. También fue director espiritual y profesor del Seminario Regina Cleri. Fue entonces que se le encomendó la tarea de administrar el Seminario por 12 años. Dentro de esos años laboró en Patillas, Guayanilla, Cristo Rey (Ponce) y en la Catedral de Ponce por varios años. Hasta las recientes semanas que fue asignado a “este hermoso pueblo de Coamo”. Allí celebró recientemente su 25 Aniversario sacerdotal.
Aunque ha laborado fuertemente en parroquias y en procesos formativos de seminaristas el sacerdote detalló que son dos áreas muy distintas. Sobre el trabajo con seminaristas detalló que es “esculpir el corazón inquieto, porque quiere parecerse a Jesucristo sumo y eterno sacerdote y eso requiere tiempo, paciencia y sobre todo estar presente”. Por otro lado, también le apasiona el trabajo con la gente que es la vida de la iglesia, para que cada vez más los fieles puedan experimentar y parecerse poco a poco a Cristo, profundizar en su fe y vivir los sacramentos con mayor intensidad.
Al preguntarle de sus prioridades en esta nueva etapa y teniendo en cuenta los destrozos del huracán María sobre la casa parroquial que aún sigue inhabilitada, no titubeó ni un instante en decir: “La prioridad son las almas, ellos primero, atender la gente. Padre Diego (pasado párroco) ha dejado un gran equipo trabajador envidiable. Lo primero es la gente yo tengo mucha confianza de que esto va a salir, siento que va a salir, hay que trabajar, pero no me afano en lo material. Lo primero es mi gente y sé que si cuido eso, lo otro llegará cuando Dios diga”.

Enrique I. López
e.lopez@elvisitantepr.com
Twitter: @Enrique_LopezEV

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here