El huracán María nos ayudó a reflexionar, a tener esperanza, fe y nos hizo ser más fuertes, a valorar lo que tenemos, (Dios, la familia, amigos…) y sobre todo nos enseñó que, para vivir, solo necesitamos lo necesario. Como miembro de la Iglesia Católica me di cuenta de que tenemos una Iglesia fuerte, una Iglesia que se da por los demás y que nos ayudó a entender por qué somos misioneros. Les cuento un poco de la experiencia de esta misión, la alegría entre el cansancio de trabajar y ayudar a los demás, la sonrisa de cada persona donde el Señor tocó la puerta, porque Él nos envía en su nombre, el agradecimiento de cada uno, de los niños, jóvenes, y personas de edad avanzada. Cómo hacemos esto posible: empezamos en ayuno, con mucha fuerza, con un equipo que ha dejado todo e incluso ni se molestan si les decimos “los necesitamos hoy”, se lo disfrutan y le agradecen a Dios ser parte de este proyecto.
Todas fueron y serán experiencia que nos tocaron el corazón. Les podemos contar algunas:
1. La felicidad en un hogar de envejecientes que al encontrar en un kit de aseo personal una peinilla, fue el regalo más grande para ella. Porque se pasaba peinándose y en otro hogar hay un joven mayor que le encantaban las fotos.
2. El estar acompañado de nuestros sacerdotes y orar por los enfermos que encontrábamos en las casas.
3. Entrar al residencial a las 7:30 p. m., sin luz, pero con la luz de Cristo a entregar artículos de primera necesidad sin miedo, porque nos encomendamos a Dios y son nuestros hermanos.
4. Llevar alimentos calientes a cientos de personas y recibir esas “Gracias” no tienen precio.
5. El escuchar “no me fallaron”, “sabía que venían”, “Dios es bueno”.
6. Subir por las escaleras a un segundo piso una nevera, con un espacio angosto y difícil, pero no imposible.
7. Subir una lavadora a un tercer piso, sin elevador, pero no imposible.
8. En los niños y sus caras de felicidad.
9. Lo imposible lo hicimos posible, porque Dios es bueno, porque nos dio la fuerza, y porque la Misericordia y la Caridad se hacen con amor.
Hay más anécdotas, pero se quedarán en nuestro corazón ya que fueron muchas y la lista sería larga. Todo esto se lo agradecemos a gente que nos ha dado la mano en su aportación, que han sido muy importantes en esta Misión, a Cáritas de Estados Unidos y Cáritas de Puerto Rico, a nuestra Diócesis, a nuestro Obispo Mons. Álvaro Corrada del Río, a nuestros sacerdotes y un maravilloso grupo de voluntarios. Sin su apoyo esto no sería posible.
Gracias, muchas bendiciones y que esta Misión sea permanente. Gracias por ayudarnos a levantar a Puerto Rico de la mano de Dios y darle esperanza a nuestra gente y sí, sentimos miedo en un momento, pensamos que todo un mundo se venía abajo, pero la fe, la Caridad y la Misericordia han sido nuestro bastión, nuestra fuerza para hacer esto posible. Gracias y grandes bendiciones a todos. “Si no vivo para servir, no sirvo para vivir…” nos decía Santa Teresa de Calcuta y San Pablo nos enseñó que hay más alegría en dar que en recibir.
P. Marcelino Arocho Nieves e Ivelisse Santiago