Tercera Catequesis 

XXXI Jornada Mundial de la Juventud, Cracovia 2016

Viernes, 29 de julio de 2016


Roberto Octavio González Nieves, OFM

Arzobispo Metropolitano de San Juan

 

Muy buenos queridos jóvenes:

Nuestro caminar por esta Jornada Mundial de la Juventud nos trae a nuestro tercer día de reflexión y de crecimiento espiritual. Hoy se nos presenta el tema: ¡Señor, hazme un instrumento de tu misericordia!

Como en las otras dos ocasiones anteriores, quisiera que comencemos orando: Ven, Espíritu Santo, no nos dejes huérfanos. No nos dejes solos caminando por este sendero de fe. Queremos que tú seas nuestro guía y aliento, nuestro fuego y viento, nuestra fuerza y luz. Te necesitamos para que como una gran antorcha luminosa y ardiente nos ayudes a escudriñar las Escrituras y a poner en práctica su mensaje. Amén

 Propongo hacer esta reflexión bajo el método de ver, juzgar y actuar.

  1. ¿Qué vemos, es decir, qué leemos o hemos escuchado?

El evangelista San Mateo nos ofrece en el capítulo 25 el discurso de Jesús sobre el final de la historia con el fin de manifestar la verdad sobre el Reino de Dios. Este texto describe tres escenas. Primero, la venida gloriosa del Hijo del hombre (Jesucristo); luego, el diálogo del Rey con los de la derecha y los de la izquierda, y, finalmente, el paso de la sentencia.

En el juicio definitivo y último que el Señor hará de toda la humanidad (y de cada uno en particular) lo que contará será la actitud de amor o indiferencia de cada uno hacia cualquier ser humano necesitado. El mensaje definitivo que el evangelista dirige a sus lectores de ayer y de hoy es que lo que hacemos a los más necesitados se lo hacemos al mismo Dios porque Él se ha identificado totalmente con ellos. Es una lección muy clara y directa: no se hace referencia a la oración, ni al culto, ni a la Eucaristía. Ni siquiera se hace referencia a la fe en Jesucristo. Con esto no se quiere decir que todo esto no es importante y necesario. Sino que indica el punto central y esencial del Evangelio y su vivencia: la opción por los pobres y necesitados. La necesidad de practicar la misericordia. Si no se da esto, todo lo demás (por excelentes y necesarias que sean la oración y la liturgia) de nada sirve. El Señor se identifica con los más necesitados. Los pobres son el “sacramento” vivo de la presencia del Señor entre nosotros.

  1. ¿Cómo juzgamos estas palabras de Jesús? ¿Qué juicio podemos deducir?

El Señor nos habla de una línea que separa a unos seres humanos de otros: “él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos…”; nos habla de unos que están a la izquierda y otros a la derecha; nos habla de unos malditos y otros benditos, de un castigo eterno y una vida eterna. Esto es lo que el Papa Francisco ha llamado “el protocolo de nuestro juicio”.

¿Y, cual es el criterio para estar en la izquierda o derecha, ser bendito o maldito, justo o injusto, para estar en el castigo eterno o la vida eterna? Jesús nos los dice claro: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. Es decir, se nos juzgará por la manera que tratemos a nuestros hermanos y hermanas, más pobres, más necesitados, más vulnerables.

¿Acaso esto que acaba de decir Jesús no es también una prolongación o cónsono con las bienaventuranzas, con su consejo al joven rico, con la parábola del buen samaritano, con la actitud de Saqueo que luego de su encuentro con Jesús lo primero que hizo fue compartir la mitad de sus bienes con los pobres, o con lo narrado en la parábola del pobre Lázaro y el rico epulón?

Es como si Jesús nos dijera que lo que nos separa de esta vida y la vida eterna es la caridad fruto del encuentro personal y vivo con Él. Es como si Jesús nos dijera, no se puede ser buen cristiano sin ser buen prójimo o que no se puede ser auténtico cristiano sin ser misericordioso.

  1. Actuar:

Lo que hemos leído, lo que hemos juzgado del Evangelio de hoy, nos mueve al tercer punto: al actuar.

¿Cómo actuar a raíz de estas palabras de Jesús? Las siguientes palabras del Papa Francisco nos ayudan grandemente:

La salvación no comienza con la confesión de la realeza de Cristo, sino con la imitación de sus obras de misericordia a través de las cuales Él realizó el reino. Quien las realiza demuestra haber acogido la realeza de Jesús, porque hizo espacio en su corazón a la caridad de Dios. Al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor, en la proximidad y en la ternura hacia los hermanos. De esto dependerá nuestro ingreso o no en el reino de Dios, nuestra ubicación en una o en otra parte… el reino comienza ahora —haciéndonos concretamente próximo al hermano que pide pan, vestido, acogida, solidaridad, catequesis. Y si amaremos de verdad a ese hermano o a esa hermana, seremos impulsados a compartir con él o con ella lo más valioso que tenemos, es decir, a Jesús y su Evangelio. (Homilía del Papa Francisco del 23 de noviembre de 2014 en la canonización de varios beatos).

Para ser auténticos discípulos y discípulas de Cristo, debemos ser imitadores de sus obras de misericordia. La misericordia es esa bandera, ese escudo que debe ser el signo de la Iglesia. Por la misericordia es que demostramos nuestro amor a Jesús manifestado en el prójimo. ¿Por eso es que cuando Jesús le pregunta a Pedro si lo amaba y Pedro le responde que sí, Jesucristo le dice: apacienta mis ovejas, queriendo decir que el amor a Dios se demuestra en la misericordia, la ternura hacia las ovejas.

En la primera catequesis hice referencia a Laudato Si’, en la segundo a Amoris Laetitia y en esta, quiero unir nuestra reflexión a otro gran documento del Papa Francisco: Evangelii Gaudium, sobre la alegría del Evangelio.

Esta reflexión del día de hoy, nos debe poner en la línea del frente para decir: Señor, haz de mí un instrumento de tu misericordia. La alegría del Evangelio no es egoísta, no es solo para mí. La alegría del evangelio es para todos y todas, nadie debe ser excluido y nosotros debemos ser portadores y portadoras de ella y compartirla.

Una vez una persona iba caminando y vio a unos leprosos llenos de gusanos, luego vio a unos niños mal nutridos, a otros mutilados por las bombas, a unos sin hogar, a otros sin haber comido varios días y muy molesto, muy indignado, levantó su mirada al cielo y recriminando dijo: “¿Dios, donde tú estás que permite esto? ¿Qué tú has hecho para eliminar tanto dolor y tanta miseria?”. El Señor escuchó una voz del cielo que le dijo: “Sí, he hecho algo. ¡Te he hecho a ti!”.

Eso mismo les digo yo a ustedes queridos jóvenes: Dios te ha hecho a ti para ser el rostro de su misericordia. ¿Cómo lo podemos hacer en el contexto actual? Los refiero al capítulo IV de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium que trata de la dimensión social de la evangelización. Allí, entre otras casas, el Papa Francisco nos dice que,  “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia» (n. 198).

En esta misma carta, el Papa reconoce la aportación de los jóvenes con el evangelio de la misericordia al decir: “Cabe reconocer que, en el contexto actual de crisis del compromiso y de los lazos comunitarios, son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado. Algunos participan en la vida de la Iglesia, integran grupos de servicio y diversas iniciativas misioneras en sus propias diócesis o en otros lugares. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean «callejeros de la fe», felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!”.(106)

Les propongo la vida de un joven que fue un instrumento de la misericordia de Cristo: Beato Pier Giorgio Frassati, joven nacido en Turín, Italia en 1901. Era muy vivaz y le encantaba ir con los amigos a escalar montañas. Se inscribió en diversas asociaciones participando activamente en la Acción Católica, el Apostolado de la oración, La Liga Eucarística, La Asociación de jóvenes adoradores universitarios y otras. En 1919, todavía menor de edad, se inscribe en el círculo universitario de la FUCI (federación universitaria católica italiana, dependiente de la AC), que comprendía también la Conferencia de San Vicente (a la que donará enseguida 1000 liras, enorme suma para la época). Luego se inscribe en el Politécnico de Torino, donde empieza a interesarse por el carisma de la Orden de Predicadores, y no obstante el parecer contrario de sus padres, elige Ingeniería Industrial Mecánica. Tiene en la mente el sector minero, para poder trabajar cerca de los operarios pobres.

En 1922, después de meditarlo mucho, se decide a ingresar en la rama laical de los dominicos. Tras un año de iniciación, realiza sus votos como laico dominico en mayo de 1923. Al emitir sus votos, toma el nombre de fray Jerónimo, en recuerdo del fraile dominico Girolamo Savonarola, figura que le había cautivado desde el inicio de su vocación a la Orden Dominica. Con sus más queridos amigos fundó un círculo denominado “i tipi loschi” (los tipos sospechosos), que detrás de los intentos bromistas, la máxima era: “pocos pero buenos como los macarrones”, ocultó el deseo profundo de fundar la amistad sobre bases profundas: “yo quisiera que nosotros jurásemos un pacto que no conoce confines terrenos ni límites temporales: la unión en la oración”, escribe a uno de sus amigos el 15 de enero de 1925. No obstante la riqueza de la familia, Pier Giorgio estaba siempre sin dinero, porque sus padres no le daban más dinero del necesario y a menudo el dinero que le daban era generosamente donado a sus obras de solidaridad. Los amigos lo veían volver a casa a pie porque había dado a cualquier pobre el dinero que debía haber utilizado para el tranvía. Pero estaba contento de ser parte de la Sociedad de San Vicente de Paúl, ayudando a los pobres entrando en sus casas. Decía: “Ayudar a los necesitados es ayudar a Jesús”.

Probablemente visitando a los pobres en sus habitaciones se enferma de poliomielitis fulminante, tremenda enfermedad que lo lleva a la muerte en una semana. El 30 de junio de 1925, volviendo de su habitual vuelta de caridad, Pier Giorgio siente un extraño dolor de cabeza y también inapetencia. Muere el 4 de julio de ese año. A su funeral acuden amigos y muchísimos pobres. Por primera vez sus familiares comprenden, viéndolo tan amado, donde había vivido. Es patrono de la Confraternidad Católica Italiana y de los Jóvenes de Azione Cattolica Italiana.

La juventud ha hecho maravillas en la Iglesia y ese espíritu, ese legado no se puede perder ni olvidar. Miren de lo que fue capaz de hacer un joven de Asís. Como decía el Papa Francisco, atrévanse a ir contracorrientes en el mundo actual. Sean apóstoles de la misericordia, sean guardianes de sus hermanos y hermanas, aunque no los conozcan, sean salvadores y no acusadores, y, en sus trabajos y quehacer humano, sacien el hambre, no las promociones. Trabajen por la paz, por la cultura del amor, del encuentro y la vida.

Que el Señor les bendiga y proteja siempre.

 

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