Homilía Misa
XXXI Jornada Mundial de la Juventud, Cracovia 2016
Viernes, 29 de julio de 2016
Roberto Octavio González Nieves, OFM
Arzobispo Metropolitano de San Juan de Puerto Rico
Queridos jóvenes de diversas partes del mundo hispano:
En nuestra primera catequesis el tema fue: ¡Este es el tiempo de la misericordia! Siendo entonces un tiempo de la misericordia, en la segunda catequesis se nos exhortó a “Dejarse tocar por la misericordia de Cristo” y en la tercera catequesis que acabamos de finalizar, el tema fue: “¡Señor, haz de mí un instrumento de tu misericordia!”.
Estas tres reflexiones forman en ese orden un camino, un itinerario de crecer en la fe y avanzar por los caminos de la santidad y de la paz. ¿De qué vale que este sea un tiempo de la misericordia (1ra. catequesis), si no nos dejamos tocar por ella, por la misericordia de Cristo (2da. Catequesis)? Nos pasaría lo que ocurrió en tiempos de Jesús y que San Juan narra tan profunda y poéticamente: “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron… Ella (la Luz) estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció” (Jn. 1, 5. 10). Y, no solo basta con dejar tocarse por la misericordia divina, sino que debemos practicar la misericordia y transformarnos en instrumentos de su misericordia (3ra. Catequesis).
María vive estas tres experiencias. En la plenitud de los tiempos, es decir, el tiempo de la Misericordia Encarnada, se dejó tocar por la misericordia en su sí, por haber creído y, con su visitación a la anciana, a la embarazada y prima Isabel, fue instrumento de la misericordia del Padre. Son estas mismas experiencias que la Iglesia ha querido para ustedes (y para todos nosotros) en la visitación de ustedes a Cracovia. La Iglesia quiere que ustedes, en este tiempo nuevo de la misericordia que ha llegado con el Año Santo, se dejen tocar y moldear por esa misericordia y que, a partir de esta experiencia, sean como María, visitadores, visitadoras, instrumentos de esa misericordia, comenzando por la familia, la sociedad, la Patria y la humanidad en este mundo globalizado e interdependiente.
Lo que hizo María, como que no hace sentido a muchas personas. Imagínense una joven, llena de gracia, visitada por un ángel, elegida para concebir, cargar, dar a luz y criar al Hijo del Altísimo. ¿Eso la convierte en la mujer más poderosa de este mundo? ¿En la más famosa, en la más buscada? Hoy en día tuviera millones de “likes”, o a saber cuántos “selfies”; o hubiese querido transmitir su periodo de gestación por “periscope”, o publicarse cada día innumerables fotos en instagram.
¿Qué hace ella? Mira hacia al prójimo. Pero no al prójimo poderoso, ni al que la puede beneficiar. Se va al prójimo más necesitado: dos ancianos. Imagínense si un parto a los 20-40 años conlleva energía y cuidados, que tal uno en la ancianidad. Eso hace María, sin demora, con prisa. Leí en algún sitio que es un recorrido de 160 km. María se pone en salida, a imitación del Padre Misericordioso de la parábola del Hijo Pródigo que sale alegre y contento al encuentro de ambos hijos: el derrochador y el ingrato.
¿Acaso no es eso lo que el Papa Francisco tanto ha acentuado? Ser una Iglesia en salida; una diócesis en salida, una parroquia, una escuela y universidad católica en salida y tener una juventud, como María, en salida, especialmente hacia el encuentro de los más necesitados. Será difícil pero no imposible.
Miremos de qué hermosa manera lo dice nuestro Papa en su exhortación apostólica, Evangelii Gaudium: “Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (n. 23). Y más tarde, agrega, con igual exhortación a ser una Iglesia en salida para ser instrumento de su misericordia: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (ibid 49). Catorce veces en esta exhortación el Papa utiliza el verbo “salir”; dieciséis la palabra “salida”; dos veces la palabra “salgamos” y una la palabra “salga”. Es decir, y casualmente, 33 veces, se usa este lexema (o raíz).
Y, el Papa Francisco, en uno de nuestros países, comentando el Evangelio de hoy, puntualizaba que nuestra fe es una que nos pone en salida: “Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad de un pueblo noble y digno. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones «embarazosas» de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos, todos juntos”. (Santuario Caridad del Cobre, Santiago de Cuba, 22 de septiembre de 2015).
Queridos jóvenes, sean a tiempo y destiempo una juventud en salida; una juventud que no la detenga la indiferencia, ni la paralice la comodidad. Para quien tiene fe, quien ha sido tocado por la misericordia, estar en salida no es una opción, es una consecuencia del actuar de Dios que nos cambia, nos alegra, nos fortalece y nos pone en camino. Caminen, sin desanimarse, hacia Cristo, construyendo su reino aquí en la tierra como en el cielo. ¡Que el Señor les bendiga y proteja siempre! ¡Que Nuestra Señora de Guadalupe interceda amorosamente por todas sus intenciones!