Objetivo: Hacernos conscientes del llamado a ser santos/as, con la fuerza del Espíritu.
1. El llamado viene de lejos: introducido en toda la historia de la salvación, tiene su origen en el Padre. De Él parte la iniciativa, nos llama para participar de Su vida y Su gloria. Es una llamada la que pone en marcha toda la historia de la salvación… y se hace llamado definitivo en Jesús.
2. Pero, Jesús, a su vez, llama a seguirle. Y se realiza un encuentro. Jesús tiene la iniciativa y nos llama a estar con Él, y participar de su envío y misión. Jesús mismo explica la relación que se produce en el encuentro con la alegoría de la vid y los sarmientos. No nos vinculamos a Cristo como siervos, sino como amigos; somos hermanos de Jesús y hermanos unos de otros por participar de la misma vida. Una vinculación con Jesús, para que produzcamos muchos frutos. Nuestra respuesta es creer en Él y anunciarlo como muerto y resucitado para nuestra salvación… Siempre mirando a nuestro alrededor para hacernos prójimos (cercanos) de todos, como buenos samaritanos.
3. Hacernos como el Maestro (vida que se contagia; el seguimiento de Cristo): llamados por Jesús, respondemos de manera consciente y libre; nos adherimos totalmente a Él que se convierte así en Camino, Verdad y Vida para el discípulo. El Espíritu Santo nos hace como Jesús; nos hermana en el Camino, nos hace auténticos en la Verdad, nos abre a su plan de amor para tener y dar Vida. Queremos ser como Jesús, y para ello se nos pide: poner en el centro el mandamiento del amor, vivir las bienaventuranzas, amor al Padre y amor a los hermanos, especialmente a los más pobres, compartir el destino de Jesús: hasta la cruz, como nuestros mártires. La imitación de Cristo transita por la vida sacramental, la entrega a los hermanos y la vivencia de la comunidad, teniendo siempre a María como modelo de apertura y respuesta al amor trinitario.
4. Llamados a anunciar el Evangelio del Reino de Vida: un Reino inaugurado por Jesús de manera desconcertante, por la cruz: nueva alianza, nueva Pascua. Somos enviados a anunciar el Evangelio del Reino a todas las naciones. Ser misioneros es parte integrante de nuestra condición de discípulos. Cuanto más pertenecemos a Cristo, más deseo tenemos de anunciarlo, sabiendo que la misión no es un programa sino un compartir el encuentro con Jesús. Así comprendemos que discipulado y misión son las dos caras de la misma medalla; somos llamados y enviados con una opción preferencial por los pobres. Acogemos y meditamos una buena definición del discípulo misionero: a imitación de Jesús, discípulo misionero es el hombre o mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores. Portadores de una misión que nos lanza al corazón del mundo: la santidad no es una fuga hacia el intimismo o individualismo religioso, ni consiste en desentenderse de los problemas humanos.
5. Animados por el Espíritu Santo: es el mismo Espíritu que tuvo tanta importancia en la vida de Jesús… Jesús resucitado nos lo entrega como espíritu de vida. Por eso, desde Pentecostés, la Iglesia experimenta las irrupciones del Espíritu que le dan vitalidad, diversidad y unidad, y la conducen por los caminos de la historia. Es el Espíritu el que guía y fortalece a la Iglesia en el anuncio de la Palabra, en la celebración de la fe y en el servicio de la caridad (las tres grandes dimensiones de la misión de la Iglesia). El Espíritu nos hace avanzar en el conocimiento pleno de la verdad, es como nuestro “maestro interior”. Por eso, no nos estancamos. Obra del Espíritu Santo es nuestra salvación. Realizada especialmente por los Sacramentos.
Reflexionamos:
1. El llamado de Jesús y su envío, ¿somos conscientes de que no se puede separar el ser discípulo del ser misionero? ¿Nos gusta más quedarnos en las cosas de dentro de la Iglesia que salir hacia la gente más alejada, los que no vienen?
2. En todo el llamado del discípulo a la santidad se da mucha importancia a la obra del Espíritu Santo en nosotros, ¿cómo vivimos esa pertenencia al Espíritu? ¿Lo percibimos como la fuerza primera e imprescindible para responder al llamado y para lanzarnos a la misión?
3. De todo lo que han leído en este capítulo, escojan lo que les parece más importante para hacer un perfil del discípulo misionero.
(Vicaría de Pastoral)