(Solemnidad de Santiago Apóstol en la nueva Sede del Obispado de la Diócesis de Fajardo-Humacao el 25 de julio)

Muy buenos días a todos ustedes, discípulos madrugadores, que en la aurora de este 25 de julio, unimos voluntades y corazones para confirmar nuestra fe y entrega a Cristo Jesús. Saludamos a nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, líderes y comunidades parroquiales que nos levantamos, como el día, en el Oriente de Puerto Rico, con la gracia de Dios Padre, la luz de su Hijo Jesucristo y el amor de su Espíritu. A todos les doy la bienvenida a esta Sede Episcopal, invitándoles a orar por este, y otros proyectos diocesanos, y por nuestro País que languidece y sufre las consecuencias de nuestros pecados. Pidamos la intercesión de Santiago Apóstol y de Nuestra Señora del Carmen para que nos convirtamos en hombres y mujeres vivos para que, llenos de fe, esperanza y caridad, seamos capaces de forjar una patria nueva, con cielo nuevo y tierra nueva.
Saludo con gran cariño a los Caminantes de Santiago, que han acogido esta propuesta de peregrinación misionera y la han hecho parte de la historia de fe de sus vidas. Ellos, al hacer suya la experiencia de caminar en la fe con el espíritu de Santiago y en sintonía con la dimensión misionera de esta Diócesis de El Yunque, se han hecho solidarios y parte de nuestra historia eclesial. Gracias por su apoyo y su confianza. Saludamos, también, a los visitantes y amigos que han venido para participar de esta Misa de la Aurora, aquí, en Fajardo, donde se eciende la luz del sol y se levanta la esperanza. Celebremos y vivamos la Santa Misa en espíritu discipular misionero, como la vivió el Apóstol Santiago en el Cenáculo con Jesús.
Solemnidad de Santiago Apóstol: el patrón olvidado

Por segunda vez, en pocos días, hemos sido convocados en esta sede del Nuevo Obispado de la Diócesis de Fajardo-Humacao para celebrar la Eucaristía de la Aurora, a las 6:00 a.m. Lo hicimos el pasado 16 de julio, para festejar a Nuestra Señora del Monte Camelo, la Virgen del Carmen. Hoy, 25 de julio, nos encontramos, nuevamente, para festejar con Santiago Apóstol, Patrón Principal de la Diócesis de El Yunque. Patrón que lo hemos ido descubriendo paulatinamente, mientras caminamos como discípulos de Jesús, fundando y afirmando a esta Iglesia Local en el Noreste de Puerto Rico. Lo encontramos como Patrón presente en el origen y fundación de Fajardo. Hoy, escuchamos que le celebran fiestas patronales con total ausencia de su presencia y de su llamada evangélica. Por eso, mi llamada a ustedes “cariduros” a recobrar su memoria colectiva y a reencontrarse con su origen cristiano, que nos fortalece como pueblo.
Lo encontramos en Loíza, donde ha servido de instrumento e inspiración para forjar la cultura que identifica y mantiene vivo a este pueblo, pero también a veces apartado de su caminar apostólico y discipular tras Jesús, que es el “Camino, la Verdad y la Vida”. No podemos seguir a un Santiago sin Cristo, pues ese no es el Santiago del Evangelio y cuyos restos decansan en Galicia. Si Santiago no nos conduce a Jesús, lo hemos convertido en un mito y lo hemos vaciado de su contenido evangelizador. También, lo encontramos como patrón olvidado en Vieques y escondido en los campos de Naguabo y de Humacao: Barrio Santiago de Naguabo, Punta Santiago y Cayo Santiago en Humacao.

Sin embargo, por inspiración del Espíritu Santo, llamada y encomienda de la Iglesia Católica y Apostólica de Cristo, surge la Diócesis de Fajardo-Humacao, Diócesis de El Yuque, bajo el patrocinio de Santiago Apóstol y de Nuestra Señora del Carmen. ¿Qué nos quiere decir este acontecimiento? ¿A qué nos llama esta convocatoria de fundar una Diócesis misionera en el Noreste de Puerto Rico? Para ayudarnos a contestar estas preguntas, creamos el Camino de Santiago de El Yunque como un proyecto de reencuentro y de camino con Santiago, que caminó con Jesús y hoy nos llama a caminar a nosotros. Camino de Santiago en esta Diócesis del Noreste que abraza a nuestros pueblos. Camino que nos llama a bautizarnos, a beber y a refrescarnos en las aguas que brotan de las entrañas de sus montañas; y que nos llama a alimentar la esperanza con sus montañas, siempre verdes. Que nos habla de nuestra historia, refresca la memoria violentada y sufrida, e interpela nuestras conciencias adormecidas. Pero, “teniendo ojos no ven, y oídos y no escuchan”. ¡Cuántos no hemos visto al Yunque, tan visible, ni hemos palpado su interior ni apreciado su hermosura!

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