Luego de dos semanas en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Brasil, decenas de familias se reunieron en el Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín para recibir con entusiasmo a los 105 peregrinos de la Delegación de la Diócesis de Caguas, quienes llegaron a la Isla con interesantes vivencias por relatar.

Al ritmo de la plena y carteles de bienvenida, los peregrinos se perdieron entre los abrazos, el llanto y la alegría de sus familiares, por haber regresado a la isla con una nueva misión: “Id y haced discípulos a todos los pueblos”.

Entre los cientos de puertorriqueños que viajaron a Brasil para participar de la JMJ católica, hubo quienes llegaron antes para servir como misioneros al servicio de niños y adultos en necesidad. Ese fue el caso de los peregrinos de la Diócesis de Caguas, quienes fueron acogidos por diferentes familias brasileñas de la comunidad de Pirituba en Sao Paulo, Brasil.
Allí, realizaron dinámicas de integración, visitaron las favelas, ofrecieron su compañía a los enfermos de la comunidad; un ambiente donde reinaron la solidaridad, el amor y el intercambio cultural entre ambos países.

“Los pasados 17 días estuvieron marcados de alegría y paz. Signos de un Dios que, vestido de pobreza, hospitalidad brasileira y profundo afecto, ha abierto para nosotros un mundo y caminos llenos de vida. Esos signos fueron nuestro mapa y refugio a la hora de la tormenta y dificultad. Con corazón atento cerramos filas con el buen espíritu para ir “de bien a mejor” y, con coraje, dimos lo mejor de nosotros mismos”, publicó en su perfil de Facebook Miguel Ángel Claudio Galarza, vicario de pastoral.

Según Claudio Galarza, la experiencia sirvió para que “unos se reconciliaran interiormente y con Dios, otros encontraran quienes son en verdad, otros descubrieran sus límites humanos, otros descubrieran su capacidad para amar, sobre todo a los más pobres y necesitados y otros han recibido el llamado a dejarlo todo para servir a Dios y a los demás, a través del ministerio sacerdotal, la vida religiosa y el matrimonio.”

La reciente Jornada Mundial de la Juventud estuvo marcada por el estilo espontáneo y la personalidad amable que ha dejado ver el Papa Francisco desde que fue elegido en marzo. Alrededor de 3.7 millones de jóvenes asistieron a la vigilia celebrada en la playa Copacabana en Río de Janeiro Brasil, primer destino internacional del primer papa latinoamericano. Y aunque la celebración de la JMJ en América Latina fue designada por su predecesor, Benedicto XVI, varios religiosos aseguraron que el viaje pondrá mayor relieve sobre el importante rol que juega este lado del mundo en el futuro del catolicismo y de la juventud católica.

“Fue una experiencia que nunca olvidaré y que extrañaré siempre, porque la disfruté tanto. Conocí personas de otros países, en especial mi familia de Sao Paulo y crecí espiritualmente. Fue una experiencia inolvidable y que espero en Dios se pueda volver a repetir porque no pude contener mis lágrimas al ver al Papa Franscisco”, expresó el joven Javier Omar Nieves Rodríguez, de la Parroquia Sagrado Corazón y los 12 Apóstoles de San Lorenzo.

Según Angelie García, de San Lorenzo, la Jornada Mundial en Brasil fue el mayor ejemplo de que la juventud no está perdida y que son millones de jóvenes los que creen en Dios.
Por otro lado, para el peregrino Rogelio Díaz Vera, del Colegio Católico Notre Dame del municipio de Caguas, la JMJ es mucho más que un evento o un encuentro de jóvenes. “Fue una experiencia inolvidable de confraternización con jóvenes de todo el mundo. El evento es organizado por la Iglesia Católica pero convoca a todos los jóvenes del mundo sin importar sus creencias”, explicó Díaz Vera, luego de exhortar a los jóvenes a vivir esta experiencia única en la vida.

Finalmente, en su discurso de la vigilia en Copacabana, el Papa recalcó que: “¡Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, la vida eterna. Pero nos pide que entrenemos para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe. ¿Cómo? A través del diálogo con él: la oración, que es el coloquio cotidiano con Dios, que siempre nos escucha. A través de los sacramentos, que hacen crecer en nosotros su presencia y nos configuran con Cristo.

A través del amor fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar, acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin marginar”, dijo el Papa Francisco.
De esta forma se cierra un capítulo inolvidable para los jóvenes peregrinos puertorriqueños y al mismo tiempo, se abre uno nuevo de evangelización en acción, el cual inicia desde lo más simple, desde la familia y continúa con su comunidad y el País.

(Dianerys Calderón)

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