Domingo I de Cuaresma, Ciclo C
Contexto
Una vez más tenemos la oportunidad de comenzar la santa Cuaresma. Aunque parezca que repetimos los tiempos litúrgicos, e incluso en latín y español usamos la palabra ciclo, que da la impresión de circular repitiendo lo mismo, la verdad es que cada día y cada tiempo litúrgico es distinto por la gracia de Dios y por otras variantes que se dan.
En el ciclo C las lecturas del AT tienen como hilo conductor la fe, las segundas lecturas están pensadas como complemento de los grandes temas de la Historia de la Salvación y de la preparación a la Pascua. Estas nos presentan temas variados relativos al proceso de la fe, la conversión, la vida espiritual, etc. Los Evangelios, después de lo común de los primeros dos domingos (las tentaciones en el desierto y la transfiguración) tienen como clave el tema de la conversión.
A esto que se “repite” en cada ciclo C, hemos de añadirle los matices de este año para la misión y los objetivos que nuestros Obispos nos han propuesto para la primera parte de este año, que en este tiempo de Cuaresma haya un buen ambiente para realizar la conversión personal y pastoral viendo nuestra realidad personal, comunitaria y eclesial, para revisar nuestro compromiso bautismal avivando en cada uno un cambio significativo que nos ayude a dar testimonio de la fe (cf. CEP, Decreto para proclamar el 2019 como año extraordinario para la misión).
Reflexionemos
Siguiendo esas líneas historicosalvíficas y litúrgicas, reflexionemos sobre las lecturas de este domingo. En la primera lectura (Deut 26, 4-10) Moisés indica cómo presentar las primicias de la cosecha, momento en que cada israelita debía profesar su fe. Esa profesión de fe anticipaba nuestra profesión de fe en Jesús, Señor y Salvador, que nos presenta Rm 10, 8-13. Finalmente Lc 4, 1-13 presenta su versión de las tentaciones de Jesús en el desierto.
La fe que nos presentan la primera y segunda lectura nos deben llamar la atención. No son un listado de verdades o dogmas, sino realidades existenciales e históricas. Moisés manda a profesar la fe en un Dios que ha actuado concretamente en la historia de Israel, y Pablo nos recuerda que antes de creer en varias cosas, los cristianos creemos en la persona de Jesús, muerto y resucitado por la voluntad y el poder de Dios. En Él y por Él creemos los demás enunciados de nuestra fe cristiano católica.
Por otro lado, la experiencia penitencial de Jesús por 40 días en el desierto, es el fundamento de nuestra vivencia cuaresmal (40 días de prácticas penitenciales para prepararnos a la Pascua). Durante toda nuestra vida, y sobre todo en Cuaresma, ayunamos para vencer “la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez…”, oramos para “renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia”. Y practicamos la “limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría… [de] amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad” (cf. Papa Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2019).
A modo de conclusión
Conversión, penitencia y fe, claves de este primer Domingo de Cuaresma. Si queremos llegar a ser misioneros con impulso interior, no pueden faltar éstas. No anunciamos simples verdades, sino la persona de Jesús como nuestro Señor y Salvador. No podemos testimoniarlo verdaderamente si nuestra vida no lo refleja, por ello nuestra conversión es permanente, como nuestro estado de misión. Y las prácticas penitenciales buscan hacernos, por la gracia, más parecidos a Jesús, el primer enviado del Padre.
Otra vez Cuaresma. ¿Otra vez lo mismo? Depende de nosotros.
Mons. Leonardo J. Rodríguez Jimenes
Para El Visitante