Un cuestionamiento que debemos plantear es la causa o razón de nuestro desconcierto social. Sin lugar a dudas estamos en una profunda crisis que va más allá de la política de los partidos y las relaciones de poder entre naciones, o entre metrópolis y colonia. Está en cuestionamiento el proyecto de país, la identidad labrada en los pasados siglos que fue forjándose en el desarrollo de nuestra conciencia nacional. La noción civilizadora que había permeado nuestro derrotero por siglos, que inspiró toda acción política y cultural parece desmoronarse.

La batalla cultural que se debatió el pasado siglo la ganó el marxismo cultural. Tal hecho ha conducido a la sociedad moderna a una vía de agotamiento, confusión y depresión. Es una sociedad amenazada de quedar vacía en una agonía sin capacidad ni voluntad de reacción para salvar el espíritu e identidad que hicieron de nuestros pueblos y de la llamada civilización occidental, cuna de la emoción humana por la vida en dignidad, libertad, inteligencia y compasión.

El lento, pero eficaz desmantelamiento por el neo marxismo del concepto del individuo como persona sagrada, hecho a imagen y semejanza de un Dios personal, ha debilitado las defensas frente a la experimentación social, la manipulación total, incluida la genética, con una general deshumanización y desprecio a la vida. Las consecuencias son cultural, moral, política y socialmente devastadoras.

En nuestra sociedad se perciben gravísimos procesos de degradación de convivencia, deterioro de la cohesión cultural y pérdida de referencia en los valores y principios que llevaron al mundo occidental a generar la sociedad de mayor libertad, bienestar y compasión jamás habida.

Es imprescindible reaccionar ante el drama que el relativismo causa a la sociedad y al individuo. Se hace urgente el rearme de la batalla de ideas que defienda la civilización como fruto de la herencia de la filosofía griega, del derecho romano, de las religiones bíblicas, es reafirmar la cultura judeocristiana, la ciencia moderna y la libertad.

El primer movimiento que ha de darse para salir del desastre es darnos cuenta de la existencia del problema. Ciertamente se refuerza la conciencia de que estamos en un momento crítico tras estos años de angustia extrema con la crisis económica, inmigración masiva y problemas de seguridad e identidad y desesperanza.

Igualmente hemos de estar conscientes de los efectos nefastos del colapso de la educación para el conocimiento estrangulada por el adoctrinamiento. El sistema educativo ha sucumbido ante las colonizaciones ideológicas.

Hay signos de esperanza. Surgen iniciativas desde posiciones religiosas, políticas y culturales para la autodefensa de la sociedad en su espíritu, libertad e identidad. Ello demuestra que en medio del ruido ensordecedor de la propaganda hostil, se suscitan brotes de esperanza y resistencia. Sean estos brotes reflejo de la acción del Espíritu de Dios.

P. Edgardo Acosta
Para El Visitante

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