• Antes de cumplirse el primer año de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana de Aparecida, lo que era un sueño para muchos se hizo realidad: nacía la sexta diócesis de la Iglesia Católica en Puerto Rico, la Diócesis de Fajardo-Humacao. Pero, esta sexta diócesis tenía una peculiaridad, pues, se trataba de una “Diócesis Misionera”: “Usted ha sido nombrado Obispo para la Diócesis Misionera de Fajardo-Humacao”. El anuncio oficial lo hizo el Papa Benedicto XVI, en Roma, el 11 de marzo de 2008. Horas después, ese mismo día, S.E.R. Mons. Roberto O. González Nieves, Arzobispo Metropolitano de San Juan acompañado de S.E.R. Luis Cardenal Aponte Martínez, (Q.P.D.), y de los demás hermanos Obispos de la Provincia Eclesiástica de Puerto Rico y en la Iglesia Madre, Catedral de San Juan Bautista, hacía el anuncio y la presentación del nuevo Obispo al pueblo puertorriqueño. ¡Cuánto deseo que esta encomienda de la Iglesia calara hondo en el corazón de cada católico y de cada persona de buena voluntad en nuestra región del Este! Mientras no sintamos esta llamada como algo personal y mientras no la acojamos en nuestro interior, es muy difícil responder con fidelidad y generosidad de vida a esta encomienda de la Iglesia, Nuestra Madre en la fe.

• Esta convocatoria misionera que recibíamos, estaba enmarcada en la llamada al discipulado misionero que hizo Aparecida a la Iglesia de América Latina y de El Caribe: “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quienes solo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros”.

• Las razones de Aparecida para una convocatoria misionera están muy presentes en la realidad social y eclesial de la Diócesis de Fajardo-Humacao, como nos lo muestra el Plan Diocesano de Pastoral:

a) La familia, “de institución divina y patrimonio de la humanidad”, confronta en Puerto Rico una corriente de cambios y factores adversos que alteran sus valores, su misión, su estabilidad social y su realidad cristiana.

b) “La severa crisis económica que atravesamos, especialmente después del 2006, ha provocado una alta tasa de desempleo y una fuerte emigración hacia Estados Unidos, especialmente, de miles de jóvenes profesionales. Esta situación ha sumido al País en una atmósfera de desesperación, pobreza y violencia”, a la que no podemos quedar indiferentes como Iglesia y discípulos misioneros de Jesucristo. Crisis económica que, actualmente, cobra un matiz de carácter grave y sin vislumbrarse, al presente, la forma de superar esta crítica etapa que vivimos con respeto y dignidad para este pueblo.

c) Puerto Rico nació católico y desarrolló un catolicismo popular que penetró su historia y su cultura. Pero, a través de los años, muchos bautizados fueron menguando la participación y alejándose de la vida eclesial. Otros, ciertamente, abandonaron la Iglesia y abrazaron otras confesiones cristianas. A esto se suma la marcada influencia secularista y relativista que conduce, a muchos, a la indiferencia religiosa. La Diócesis Misionera deberá retomar esa realidad cultural que se fue gestando y que nos daba identidad católica y, desde esta, emprender la evangelización y la pastoral”, con carácter misionero de urgencia.

d) “Hay serios problemas que dañan la convivencia social en Puerto Rico, entre los que podemos mencionar: la desarticulación de la familia, violencia, la corrupción, la dependencia, la demagogia de muchos líderes, el partidismo político fanático, el deterioro en la salud mental y la comercialización de los servicios de salud”. “Estos serios problemas tienen graves consecuencias especialmente, para los más pobres, la familia, los niños, los jóvenes y los ancianos”. Ante esta realidad social, los cristianos no podemos olvidar que estamos en medio del mundo para ser “sal de la tierra y luz del mundo”, (cfr.Mt. 5, 13-13). También, ha llegado el momento de denunciar, sin ambages, que este pueblo vive una situación colonial cargada de injusticia y discriminación política que se hace incomprensible e insostenible, al inicio del siglo XXI. Basta con mencionar el abandono de esta tierra por parte de nuestros jóvenes y profesionales, el alto porcentaje de pobreza al que se sigue empujando a las familias y el excesivo costo de los servicios de salud y las medicinas que deteriora la calidad de vida de los mayores y los enfermos.

• Por tanto, la convocatoria misionera de Aparecida, en la Diócesis de Fajardo-Humacao, se recibe y se vuelve llamada urgente ante múltiples realidades de vida en nuestra gente y comunidades. No ver, no responder, no actuar es negarnos a nuestro discipulado misionero y vaciar la fe cristiana que hemos recibido de su contenido evangelizador y salvífico. Pero, como discípulos de Jesús, sabemos que solo su presencia salvífica en el corazón del hombre genera una nueva forma de pensar y de ser, y le libra de sus esclavitudes. Por tanto, la convocatoria misionera de esta Diócesis, llama a cada bautizado a ponerse en camino de misión, es decir, a una “Iglesia en salida”, como nos solicita el Papa Francisco. La convocatoria misionera que recibimos al erigirse y fundarse la Diócesis, y cuando se han cumplido 7 años, constatamos que cobra mayor urgencia ante la historia que vive el País y ante nuestra propia realidad eclesial. ■

(Fragmento de la Carta Pastoral Discipulos Misioneros de la Diócesis de El Yunque).

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