Queridos hermanos y hermanas:

Quisiera dirigir unas palabras a nuestro pueblo devastado por el paso del Huracán María.

Momentos difíciles

Puerto Rico está viviendo uno de sus momentos más difíciles en su historia reciente. Miles de personas han perdido sus techos, casi toda una población sin servicios de agua, luz, telefonía, personas que debido a este desastre ya están pasando hambre y muchos otros, en riesgo de perder sus vidas por condiciones médicas que necesitan ser tratadas cuanto antes. A esto le sumamos las personas que han perdido sus vidas directa o indirectamente por el Huracán.

¿Dónde ha estado Dios?

He escuchado a personas cuestionar dónde está Dios al permitir tanto dolor y estrago. Un huracán es un fenómeno natural que muchas veces se agrava en su intensidad por responsabilidad humana como lo es el calentamiento global. El huracán no es un castigo de Dios. Dios ha creado un mundo, lo creó en armonía. Nos lo ha dado para el disfrute común, para utilizarlo responsablemente. Sin embargo, no hemos sabido custodiarlo, en vez de servirnos de él, lo hemos explotado.

Creo que estos tiempos son más que oportuno para redescubrir el contenido de la Carta Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común que es la creación.

¿Dónde ha estado Dios en estos momentos? Me sirvo de una historia que una vez escuché. Se dice que una persona llegó a un lugar y observó una guerra, mucha violencia, muchas muertes, mucha hambre y mucho dolor. Lo primero que se le ocurrió fue alzar la mirada al cielo, pero no para orar, sino para quejarse, para recriminar a Dios por tanta miseria. Con un fuerte grito dice: “Dios, ¿que tú has hecho para evitar esto?” Del cielo se oyó una voz que le respondió: “Te hice a ti”. Dios en estos momentos tiene rostro: el rostro del que sufre y de quien consuela; el rostro del que necesita y de quien ayuda; el rostro, del que consuela, del que llora con el que sufre; Dios está en los funcionarios públicos que socorren, sirven, alivian, está en los rescatistas, está en los que alimentan a hambrientos, visten desnudos y levantan a los abatidos. Dios está en las personas de los medios de comunicación que salvan vidas, que aconsejan, que han velado nuestros sueños; Dios está en aquellas personas del mundo de la salud, de la construcción, de las religiones, de las obras de caridad. Dios está reflejado en el rostro del buen vecino, del buen ciudadano que a pesar de su dolor, ayuda, da una sonrisa, da consuelo. Dios está en los voluntarios y otras organizaciones de ayuda a la comunidad. Ha estado en la diáspora que ayuda y en los gestos de solidaridad de la comunidad internacional.

Dios está en las obras y gestos humanos que dramatizan el Evangelio de Jesús. Dios nos ha creado para el Amor hecho caridad. La identidad del cristiano es el amor hecho caridad. La indiferencia es una herida que desfigura el rostro amoroso de Cristo y su Iglesia. Me consta de las ayudas de las Iglesias católicas y de otras confesiones cristianas y de hombres y mujeres de buena voluntad que han asumido el rol del buen samaritano del evangelio de Jesús.

Señal de Dios

En estos días en que las comunicaciones telefónicas y de los medios de comunicación se han averiado, he visto a muchas personas buscando en distintos lugares señal para su teléfono e Internet. También es bueno que en estos momentos aprendamos a sensibilizarlos ante una señal que nos ayudará a superar esta crisis y cualquier otra en el mundo. Me refiero a la señal de Dios.  En esta catástrofe, como en otras, siempre vemos la señal de Dios en tantas y tantas personas que oran, que ayudan, que consuelan. La caridad es siempre la mejor señal para indicarnos el camino hacia Dios. Nunca nos cansemos de ser signos de Dios en este mundo. Puerto Rico, en sus tiempos difíciles y de crisis, se convierte en señal de la misericordia y del amor de Dios.

Resurgir

El Huracán ha dejado a Puerto Rico dramáticamente afectado, en escombros. Sin embargo, desde el punto de vista de la fe cristiana, de las ruinas, de las cenizas, Dios siempre construye algo nuevo, algo distinto, algo mejor y, Puerto Rico no ha de ser la excepción.

La historia de fe y la historia cronológica nos han demostrado que a Puerto Rico no lo destruye ningún Huracán. La fe de este pueblo, la nobleza de su alma, el poder de su oración, lo férreo de su amor son más fuertes que cualquier huracán. Nosotros y nosotras tenemos una fe y una fortaleza espiritual a prueba de huracanes, quiebras, y cualquier otra amenaza.

Sin embargo, la impaciencia, la intolerancia, el oportunismo, la violencia, la falta de civismo y la delincuencia amenazan con hacer más difícil, más dolorosa y más lenta nuestra recuperación. A veces, estas actitudes reprobables nos azotan más fuerte y con más intensidad que el huracán mismo. Tenemos el desafío de crecer en estos momentos en la virtud de la paciencia, el civismo y la caridad.

El Huracán habrá tumbado árboles, casas, postes, estructuras, pero no nuestra gran determinación a resurgir, a resistir, a progresar. Contra un Puerto Rico unido, hermanado, civilizado, y orante no habrá fuerza natural o humana que devaste su espíritu.

Es momento de empezar a fundar un nuevo Puerto Rico sobre su mejor riqueza: el patrimonio del amor y la solidaridad para construir la civilización del amor, la justicia, la paz y la igualdad.

Oremos por las víctimas, especialmente por los difuntos y sus seres queridos. Estemos atentos solidariamente a sus necesidades.

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