Lo difícil que debe ser retirar los niños de una madre, detener a un joven usuario de drogas, acompañar al hospital a una persona baleada en un tiroteo o confrontar a alguien que ha infringido alguna ley de tránsito lo ha vivido Ángel Pereira como muchos agentes de la ley y el orden del país.
Cada mañana cientos de policías dejan sus hogares y familias para proteger, hacer cumplir la ley y procurar la armonía en las calles. Ese es el caso del sargento Pereira adscrito a la División de Asuntos Disciplinarios de la Policía Municipal de San Juan. Por 29 años Pereira ha servido desde el cuerpo policiaco en diversas funciones, pero siempre teniendo presente su fe católica en donde participa activamente.
“Una cosa que he comprendido a través de los años es que para ser un buen policía debemos tener presente a Jesucristo en el corazón”, expresó Pereira. El balance entre la fe y su trabajo ha sido crucial para el buen cumplimiento de su labor. Aunque desde niño estuvo cercano a la fe gracias a su madre Lucy, no fue hasta el 2008 que por medio del retiro del Movimiento Juan XXIII, Ángel y su esposa, Camille Francis tuvieron una experiencia de Dios que les acercó más a la vivencia de la fe.
Desde entonces, ambos eligieron sacramentalizar su matrimonio y servir de manera más activa en diversos grupos parroquiales. Actualmente se congregan en la parroquia La Ascensión del Señor en Rexville, Bayamón donde también sirven como Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión, padrinos del Grupo de Jóvenes Seguidores del Señor y miembro de los Caballeros Penitentes de Bayamón.
“Nuestra misión como policía es compeler la obediencia, proteger, pero también estamos llamados a servir”, mencionó Pereira quien añade que actualmente la imagen del policía es mal vista por gran parte de la sociedad, pero que en sus acciones desea brindar una imagen de lo que realmente significa su profesión: El servicio. “No solo es la autoridad y la obediencia, es sobre todo el servicio y Jesús es autoridad, obediencia y servicio”, aseguró Pereira.
Como un momento impactante en su vida de servicio público el sargento recuerdó los episodios en los cuales acompañaba a jóvenes que habían sido heridos de bala a muerte. Explicó que en el trayecto del lugar de los hechos al hospital, buscaba hacer cercano a Dios en el momento de peligro, sin imponerlo, pero sirviendo de intercesor. “Cuando les preguntaba si creían en Dios muchos me decían que no, y ante su peligro de muerte, les proponía arrepentirse de todo y aceptar a Cristo en sus vidas”, manifiestó Pereira. Para mantener firme su fe, la constante oración, la celebración asidua de la Santa Misa y las visitas al Santísimo Sacramento fortalecen su vida espiritual.
Pereira se encaminó a esta profesión motivado por el ejemplo de su padre, quien también sirvió como policía. El apoyo de su esposa ha sido siempre un pilar en su profesión, vida y fe. Dentro de los compañeros policías, Pereira busca ser un modelo de positivismo enviando mensajes de motivación y estando atento a las necesidades de sus colegas. Una de las mayores acciones que disfruta es la visita a los enfermos a quienes escucha y reza con ellos el rosario.
“No me voy de un lugar sin dejar una sonrisa. No podemos ser indiferentes. Ahí está la diferencia”, afirmó al recordar que en ocasiones al llegar a un lugar uniformado causa incomodidad entre los presentes, pero que en su caso busca hacer cercana de manera positiva la imagen del policía a todo el que lo rodea. “Nuestro trabajo no es ser juez, sino un enlace entre la autoridad y la justicia, porque la justicia vine de Dios y Dios es amor”, enfatizó Pereira al valorar la presencia de su profesión en la sociedad. ■
Jonathan Colón Hernández
Para El Visitante
Gracias… Excelente reportaje…
Dios les Bendiga