Somos mujeres y hombres que estamos presentes en las realidades familiares, en el mundo del trabajo, en actividades culturales y sociales, en las decisiones políticas insertando en ellas el mensaje de Jesucristo, las actitudes que Él nos comunica con su vida y enseñanzas. Acercamos estas realidades a la Iglesia y las ofrecemos en la patena de la consagración eucarística.

Queremos contagiar esperanza ante las incertidumbres que todos vivimos, teniendo fe en el Señor de la historia que nos sigue diciendo: “No tengas miedo, que Yo estoy contigo”, (Jr 1, 8). Tenemos confianza en el Dios misericordioso que nos ama entrañablemente, dándonos tantas pruebas de su amor por cada uno.

Sabemos que su Espíritu nos anima, fortalece, ilumina y guía, asegurándonos que para Dios “nada es imposible”, (Lc 1, 37). Él hace grandes cosas con nosotros y en favor nuestro. Por ello, tenemos paz y una alegría que nadie nos puede arrebatar. Este mismo Espíritu nos ayuda a discernir los signos de los tiempos, donde Dios se nos revela y comunica su voluntad. Hay que estar atentos, abiertos a su presencia, dispuestos a acogerla y hacerla nuestra, no siendo “profetas de desventuras”, sino agentes de luz (Rom 13, 11-14) y confianza en Él.

Los Institutos Seculares contribuyen con su oración, evangelización y trabajo en el mundo, al desarrollo de cada persona, de la sociedad y de la Iglesia. Optamos y renovamos diariamente nuestro seguimiento de Jesucristo en la entraña de los acontecimientos que ocurren en el mundo, en nuestra querida Isla. Así nos santificamos santificando esta realidad que asumimos. Tratamos de vivir con radicalidad y fidelidad los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.

Pobreza: Ante la situación de tantas personas que parecen carecer de un motivo para vivir, muchos llenos de superficialidad y vacío existencial, otros tantos que carecen de afecto y compañía, de valores… los consagrados somos portadores del don de la sencillez, de la solidaridad y generosidad, del servicio desinteresado, de la fraternidad, atentos a las necesidades de quienes nos rodean. Nuestra dependencia es de Dios, de quien todo lo esperamos, sin dejar de esforzarnos y trabajar por la edificación de su Reino. La renuncia a la riqueza, al afán desmedido de comprar, tener, poseer nos hace libres en el seguimiento de Cristo.  Vivimos la experiencia de la gratuidad, reconociendo que todo lo recibimos del Señor, a quien le agradecemos tanta generosidad con nosotros. Somos administradores de cuanto recibimos, usamos y tenemos para suplir nuestras necesidades y las del prójimo.

Castidad: Es la tarea constante de cultivar y perfeccionar el amor a los demás, creando lazos profundos de familiaridad y fraternidad.  La entrega en el servicio tiene que ser desinteresada, potenciando y moderando la propia capacidad de afecto humano. Nuestra misión es manifestar el amor de Dios a todos los seres humanos sin excepción. Hay más felicidad en dar que en recibir, en dar que en poseer. Ser sal y luz en un mundo permisivo, donde el libertinaje y el placer son los que dirigen el comportamiento de muchos.  Vivimos con respeto a nuestro cuerpo, templo del Espíritu Santo; nuestros afectos, que deben brotar de un corazón limpio, desprendido, generoso, están inspirados en el amor con que Dios nos ama. No esperamos del otro compensación por amarle;  respondemos libremente a la exigencia de que amar a Dios conlleva amar a los semejantes. Por la vivencia de este consejo, queremos permanecer en sintonía y en comunión con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo en cualquier situación y circunstancia, siguiendo con radicalidad el ejemplo de Jesucristo, en comunión y al servicio de la Iglesia.

Obediencia: Un acto de nuestra razón libre y de autonomía personal, para afrontar la propia responsabilidad y deberes con fidelidad a Dios y al Evangelio. Escuchamos las orientaciones de la Iglesia y de nuestro instituto, en el que vivimos nuestra consagración, con generosidad y apertura de espíritu. Así vivimos nuestra fe, encontramos apoyo en la comunidad de creyentes y de consagrados, con la que compartimos un espíritu, un carisma y un estilo de vida. Entregamos al Señor nuestra persona, nuestra vida, para realizar el proyecto de Dios sobre nosotros. Obedecer a Dios es verdadera libertad. Aceptamos la crítica y el contraste del Evangelio; las orientaciones de la Iglesia, de la comunidad de consagrados, conscientes que estos son instrumentos y cauce del seguimiento de Cristo y del servicio al hermano. Se supera la tendencia individualista y egoísta, tan presente en el mundo actual.  Cultivamos el respeto, la humildad, la capacidad de escucha, la responsabilidad personal. La obediencia es necesaria para edificar y fortalecer la comunidad, la Iglesia, la sociedad. Es necesaria para crecer en santidad y enraizarnos en la búsqueda de la perfección;  expresión de la voluntad de Dios.

Todos los bautizados pertenecemos a Jesús, modelo de amor y obediencia al Padre.

Hemos dicho Sí, como María, a la voluntad de Dios sobre ella, a su plan de redención y salvación para todos. Tenemos que, como ella, estar atentos, disponibles, intuyendo las necesidades de los que encontramos en nuestro quehacer y caminar diario. Tenemos que estar cerca, unidos, adheridos al pueblo, manteniendo lazos de comunicación, intercambio, convivencias, momentos de oración, formación, coloquios, celebraciones, etc. que ayuden a interpretar y acoger la voluntad de Dios que nos habla continuamente.

“Los votos con que los consagrados se comprometen a vivir los consejos evangélicos confieren toda su radicalidad a la respuesta del amor. La castidad ensancha el corazón en la medida del amor de Cristo y les hace capaces de amar como Él ha amado. La pobreza les hace libres de la esclavitud de las cosas y necesidades artificiales a las que empuja la sociedad de consumo, y les hace descubrir a Cristo, único tesoro por el que verdaderamente vale la pena vivir. La obediencia pone la vida enteramente en sus manos para que la realice según el diseño de Dios y haga una obra maestra”, (Caminar desde Cristo, 22. Instrucción de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Roma, 2002).

Para más información sobre los Institutos Seculares presentes en la Isla:  copisborinquen.2014@gmail.com.

(Elba Santana)

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