(Homilía del Miércoles de Ceniza en Centro Universitario Católico)
Queridos hermanos y hermanas:
La preparación para la celebración de la Pascua del Señor inicia hoy, Miércoles de Ceniza. Una preparación por 40 días en la cual participamos todos y todas los cristianos, niños y niñas, jóvenes, adultos y ancianos y ancianas. Y no hay de otra, pues siendo la Pascua la fiesta de las fiestas, la madre de todas las fiestas, conlleva una gran preparación.
Hoy la ceniza marca nuestra frente lo que nuestro arrepentimiento debe marcar en nuestros corazones. La ceniza en nuestras frentes nos recuerda, la penitencia; nos recuerda nuestra fragilidad; nos recuerda, nuestros orígenes: recuerda que somos polvo y al polvo volveremos. Estas cenizas nos recuerdan la realidad de la muerte y que el cuerpo que ahora nos sostiene, en su momento, se reducirá a la ceniza, más no nuestra alma. Estas cenizas nos recuerdan también, que el momento de la penitencia nos ayuda a una mejor preparación para participar en la Resurrección de Cristo.
De igual manera, estas cenizas nos sirven para marcar una salida, como aquella marca que se hace en los puntos de partida de una carrera donde se señala la salida. Esta ceniza de hoy marca una salida, nuestra salida, nuestro inicio para retornar al paraíso perdido. Recordemos cuando, por el pecado, fuimos expulsados del Edén se nos dijo: “Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás… Y el Señor Dios lo expulsó del jardín del Edén, para que labrase el suelo de donde lo había sacado” (Gn 3, 19s). Hoy, este polvo de ceniza sobre nuestras frentes, quiere recordarnos que, a partir de este momento, iniciamos nuestro caminar al Edén definitivo.
Además, esta ceniza impuesta sobre nuestras frentes nos recuerdan un llamado muy frecuente tanto de los profetas, del Bautista, de Jesús, de los apóstoles como de la Iglesia: el llamado a la conversión.
En estos días el Papa Francisco nos aconsejaba a estar vigilantes siempre a nuestro corazón. Nos decía que debemos observarlo para que el mismo no se debilite. A veces pasamos horas muertas mirándonos en el espejo o en las cámaras de los celulares para ver nuestros más mínimos detalles, manchas con el fin de mejorar nuestra apariencia.
Al corazón también hay que darle ese chequeo minucioso para ver cómo anda. Qué lo mancha, que lo debilita, qué lo deprime, qué lo esclaviza, qué lo desfigura, qué lo hace de piedra; para ver si está lleno de odio, de soberbia, de vano orgullo, de prejuicios; y también es bueno ver si nuestros corazones andan anestesiados y no pueden sentir, ni amar, ni compadecerse, ni misericordiar. Pues todo lo anterior son también condiciones coronarias que afectan la salud espiritual. Este tiempo, el de la Cuaresma, es el más oportuno para darles un “chequeo” a nuestros corazones y ponerlos a latir en sintonía con el sagrado corazón de Jesús.
Y, para ello, la Cuaresma, nos anima a practicar tres valores: la oración, la limosna y el ayuno. Estos tres son medios que Dios pone en nuestras manos en esta Cuaresma para llevar a cabo nuestra conversión y, precisamente son los medios que Jesús habla en el Evangelio de hoy.
1. Oración: La oración se refiere a nuestra relación personal y comunitaria con Dios. Se nos pide orar, orar de verdad, orar con intensidad, orar a Dios; conversar con Dios; la oración nos conecta con Dios.
2. Ayuno: Se refiere a nuestra relación con el ‘yo’. Ayunar de alimento fortalece el espíritu y nuestra voluntad. Pero, también se nos pide ayunar de nuestras vanidades, de nuestras pequeñeces, de nuestras soberbias, indiferencia. Ayunar también nos dispone a sufrir con los necesitados y a solidarizarnos con los pobres.
3. Limosna: Se refiere a nuestra relación con el prójimo en cuanto significa dar. Y no es dar por dar, es dar por desprendernos por el sentido de caridad, de solidaridad. Hay muchas personas necesitadas en nuestras periferias que necesitan de nuestra limosna. Practicar la limosna nos hace uno, una de aquellos bienaventurados a los que Jesús se referían cuando vestían al desnudo, alimentaban al hambriento, visitaban a los enfermos.
El camino hacia una nueva fiesta pascual ha comenzado hoy, día en que celebramos el día de la amistad y amor. Qué mejor que celebrar este día abriendo nuestros corazones a su máxima capacidad para hacerlos oasis de amor y amistad con Dios, con nuestro prójimo, con nuestra patria y con la humanidad. Comencemos este camino con alegría, con entusiasmo, con muchos deseos de conversión. Confiemos que este camino cuaresmal mediante la oración, el ayuno y la limosna nos ayude a renovar e inflamar el fuego de la caridad y de la santidad dentro de cada uno de nosotros y nosotras.
Que el Señor les bendiga y les proteja siempre.