La semana pasada, Monseñor Enrique “Kike” Figaredo compartió con El Visitante detalles de su caminar misionero en Camboya y las iniciativas que dirige ante la necesidad surgida por la guerra y sus víctimas.

Su experiencia en los campos de refugiados con personas discapacitadas por las bombas, entre ellos, jóvenes que sirvieron como soldados de guerra que habían pisado minas en el frente de batalla, le hizo ver una carencia que ameritaba ser cubierta. “Les faltaba una pierna, dos piernas, y vimos la necesidad de crear una silla de ruedas ajustada al medio suyo. Son campesinos, entonces tiene que ser una silla de ruedas especial, no una silla de ruedas para personas mayores, sino para jóvenes y para el campo”, explicó Monseñor. De ahí ideó una silla de tres ruedas, hecha de madera con un toque deportivo que además de ayudar, alienta a la persona a sentirse activo. Fue a raíz de esta iniciativa que se le conoce como el “Obispo de la silla de ruedas”.

Destacó que en la actualidad cuentan con un taller de sillas de ruedas, donde producen más de mil al año y de las que se describió como “su fan”. Según dijo, las considera como un sacramento de la vida, ya que “como sacerdote estoy entre unos chicos discapacitados que construyen la silla de ruedas, luego las doy a otras personas con discapacidad y cambia su vida”. Desde el obispado reparten más de un centenar, en la Diócesis unas 350 a 400 y las restantes se las dan a organizaciones como la Cruz Roja, que las entregan y dan seguimiento a la persona.

Añadió que: “La silla de ruedas no es solamente algo material, sino que tiene un significado espiritual, hace que las personas sientan dignidad, que puedan integrarse en la sociedad. Que un niño pueda ir al colegio a estudiar, una persona mayor pueda ir a trabajar o al mercado o al templo… Le damos también a las sillas de ruedas un valor de cambio social”.

Sobre los logros y prioridades, el también presidente de Cáritas en Camboya, aseguró entender que han logrado que tanto los discapacitados como la gente sencilla sean valorados por su dignidad y que actualmente personas que han ayudado y apoyado, en este momento ayudan y apoyan a otros.

“Hay mucha gente que quiere conocer cuáles son nuestras motivaciones, quieren conocer la fe cristiana, por qué hacemos todo esto. Para mí es una gran satisfacción ver que muchas personas ven en la fe cristiana, en nuestra fe, una manera de hacer que la calidad de vida personal, de su comunidad y de su gente sea mayor. Y hay gente que conociendo esta fe nuestra se convierte y otra gente que la valora en positivo”, indicó.

Al indagarle, qué más falta por hacer, expresó “muchas cosas”. Como ejemplo, dijo que las necesidades básicas de la gente estén cubiertas porque “no lo tenemos todo garantizado”. “En Camboya no nos da para todos. O sea, yo me paso todo el día construyendo casas para personas con discapacidad que no tienen un techo decente y también ayudando a que haya acceso a agua potable en las escuelas y en los pueblos. A través de Cáritas, estamos haciendo que las necesidades básicas de la gente sencilla estén cubiertas”, afirmó.

De lo aprendido en su misión, el Obispo destacó dos cosas. Una, que descubrió que la presencia de Dios estaba desde antes de la Iglesia haber llegado a Camboya. “Cuando la Iglesia llega descubrimos que Dios estaba allí esperándonos, a través de la gente buena, sencilla y agradecida. Son cualidades que Dios ha impregnado en la vida de la gente y lo único que tenemos que hacer es que eso florezca y que se formule”, indicó.

Y dos, que su labor y ayuda, particularmente las sillas, transforman la vida de las personas haciendo que se sientan más valoradas y queridas. “Hay como una mano invisible que es la mano divina que nos hace mejores a todos. Cuando doy una silla de ruedas a una persona discapacitada, siento la alegría en su agradecimiento, y ver que su vida quedó transformada me hace ser mejor persona”, señaló.

“La misión me está hablando primero de la presencia de Dios y haciéndome un poquito mejor, menos egoísta, más descentrado de uno mismo en Dios, y también más feliz”, dijo.

Sobre esta zona del planeta manifestó que interesa que “las personas sepan que estamos aquí para que se reconozca la dignidad de todos y sobre todo de aquellos que tienen peor acceso a las necesidades básicas como las personas con discapacidad y las personas mayores. Que sepan que fijándonos en el bien común, pero con énfasis en los más débiles y necesitados, nos hacemos mejores personas para aquellos que necesitan más fuerza para integrarse a la sociedad”.

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