Mons. Roberto O. González Nieves
Arzobispo Metropolitano
Queridas hermanas, amigos y amigas, querido Pueblo Santo de Dios:
“Bendigo al Señor en todo momento” son las palabras del salmo 33 que hemos hoy repetido como salmo responsorial, y que nos motivan hoy al celebrar esta Misa en agradecimiento a Dios por la canonización de Madre Teresa de Calcuta, ahora Sta. Teresa de Calcuta. Sí, bendecimos al Señor en este momento esperado en que la Iglesia reconoce las virtudes heroicas de esta santa mujer que entregó su vida al servicio de la caridad, fundando la congregación de Hermanas Misioneras de la Caridad para ponerla en práctica.
Damos gracias a Dios por la presencia de sus hermanas en Puerto Rico, especialmente en nuestra Arquidiócesis. Ustedes son una gran bendición para nosotros! Gracias por todo lo que hacen, especialmente entre los pobres.
El evangelio de hoy nos proyecta el momento final. Más que una parábola nos encontramos ante una representación escénica del Juicio final con imágenes muy fuertes. En el centro está Jesucristo, Rey del Universo, ante quien todas las generaciones de la tierra deben comparecer para recibir la sentencia definitiva. Pero este Rey Glorioso es diferente de los reyes de la tierra, es un Rey con actitudes y corazón de Buen Pastor que aún teniendo que dar sentencia, respeta y ama. La escena está estructurada a partir de la contraposición de dos grupos: los buenos, que están a la derecha, y los malos, que están a la izquierda.
Jesús no ha querido valerse de su condición de Hijo para ganar nada de este mundo, eligió el desprendimiento y la humildad como actitudes fundamentales en la realización de su misión. En este día, la Palabra nos coloca en el mismo horizonte de Jesús, invitándonos a vivir, como Él, en función del otro, de los otros, y haciendo del amor a Dios y al prójimo la meta fundamental de nuestra vida. Esta es la Palabra que puso en acción a Madre Teresa y que pone en acción hoy día a sus hermanas.
El juicio que el Rey pronunciará al final de los días, será el mismo que hoy nosotros hacemos ante el pobre. En realidad seremos nosotros mismos quienes daremos el juicio, acogiendo o rechazando al pobre, al pequeño y marginado. El Rey solamente hará la aprobación final de lo que hemos hecho. Él leerá públicamente lo que nosotros día a día hemos escrito con los hechos. Jesús, nos lo anticipa para que abramos los ojos. Ahora estamos a tiempo de prepararnos un juicio favorable. El tema fundamental del juicio será el amor, las obras de misericordia, expresadas en situaciones humanas bien concretas: hambre, sed, hospitalidad, desnudez, enfermedad, prisión. Lo que se examinará serán directamente las acciones: “Tuve hambre, tuve sed… y me dieron… y me visitaron y vinieron a verme” (25,35.36). No bastarán los buenos sentimientos ni las palabras de aliento, solo serán tenidas en cuenta aquellas acciones con las cuales hemos promovido, defendido, cuidado, protegido la vida del hermano. En esto Madre Teresa es nuestro gran ejemplo durante este Año Santo Jubilar de la Misericordia.
Tanto los justos como los condenados no parecen haber sido muy conscientes de la presencia de Jesús en los hermanos, pues hacen la pregunta: “¿Cuándo te vimos con hambre, desnudo… enfermo…?” (25,37.44). Pero Jesús haciendo énfasis en este aspecto, nos está diciendo lo importante y decisivo que es reconocerlo en las personas, particularmente en aquellos más necesitados, los pequeños y más vulnerables. “En verdad, en verdad les digo: ‘Cuanto hicieron… o dejaron de hacer con uno solo de estos mis hermanos más pequeños… a mí me lo hicieron, o dejaron de hacerlo” (25,40.45).
Jesús reafirma su identificación con los pequeños y rechazados, en ellos vemos su rostro. Son ellos el lugar privilegiado donde Él se nos revela día a día. Es parte esencial de nuestra fe cristiana, de nuestra fe pascual: el Resucitado se ha escondido en las personas, allí lo encontramos, allí lo amamos, allí lo servimos. Para Jesús los “más pequeños” son sus mismos discípulos, los que son llamados a recorrer su mismo camino de humildad y entrega. Sta. Teresa de Calcuta no encontró a los pobres en Cristo, encontró a Cristo en los pobres.
Hay tres cosas fundamentales que Madre Teresa de Calcuta nos enseñó con su vida y que sus hermanas nos hacen ver hoy, y que todos debemos aprender:
- Que en la persona más cercana, aquella que sentimos más molesta, más extraña o incapaz, está Jesús mismo caminando a nuestro lado.
- Que cuando expresamos nuestra atención y nuestra ternura a aquellos que a los ojos de los humanos no cuentan tanto, aquellos que consideramos últimos, estamos amando efectivamente a Jesús que por amor a nosotros se hizo el último y cargó sobre sí nuestras limitaciones, fragilidades y pecados.
- Que cuando amamos de corazón a estos pequeños, estamos reproduciendo en nosotros los mismos sentimientos de Jesús, que pasó por este mundo derramando la ternura y compasión del Padre sobre los más desheredados de la tierra.
Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a la disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no-nacida como la abandonada y descartada.
De esta manera Jesús nos ha trazado el camino para realizarnos realmente como hijos e hijas de Dios. El fundamental y profundo mensaje de Jesús en este día en que le agradecemos la vida y obra de una santa como Madre Teresa de Calcuta es que nuestra salvación y nuestra entrada en el Cielo se juega en nuestra capacidad de “ver” y “amar” al Señor en los hermanos y hermanas más necesitados. Así pues, la Palabra del Maestro sigue resonando y las actuaciones de sus seguidores siguen testimoniando. Que esa Palabra toque nuestro corazón y encienda en él el fuego de su mismo amor.
Para terminar, quisiera citar algunas frases de Madre Teresa que resuenan fuertemente en este día en que bendecimos al Señor por habernos dado tan ejemplar mujer:
* Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal.
* A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.
* Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y poder confiar plenamente en Él.
* No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz.
¡Que el Señor les bendiga y proteja siempre! ¡Sta. Teresa de Calcuta, ruega por nosotros y nosotras!