Al comenzar, quisiera expresarle mis más cordiales saludos al Dr. Miguel A. Arrieta Morales, Director Ejecutivo de la Fundación Movimiento Ético, Inc. por su gentil invitación a participar de este encuentro nacional de ética. De igual manera, mis saludos a los demás conferenciantes y a esta importante audiencia.
La Iglesia, que ha tenido que evangelizar durante siglos entre luces y sombras y en todo el mundo, hoy lo hace en un Puerto Rico eclipsado por una acelerada pérdida de valores en todos los sectores. Una situación que se agrava ya que vivimos en una tierra sumida en una gran crisis económica y fiscal que augura tener su mayor impacto en la gente, especialmente los más pobres y los más frágiles o los más necesitados como son los ancianos, los jóvenes, las familias.
Hoy la Iglesia mira con suma preocupación todo nuestro entorno, no porque tenga las respuestas correctas o las soluciones concretas, sino porque posee una visión ética que surge y brota continuamente del Evangelio de Cristo. La visión ética de la Iglesia, responde a las exigencias de la dignidad humana y el bien común. Con su Doctrina Social, la Iglesia mira toda esta situación con la preocupación primordial de proteger la dignidad de cada ser humano. Pues para la Iglesia, el ser no es fruto del azar, sino que es un ser a imagen y semejanza del Creador.
Es por ello, que ante esta densa sombra que se cierne sobre Puerto Rico, la Iglesia quiere iluminar a las autoridades civiles, a los poderes económicos, a los grandes intereses financieros, políticos, familias y a cada ser humano con la luz del Evangelio para que prevalezca la ley humana y humanitaria sobre la ley del beneficio, para que el bien individual e individualista adornado de egoísmo se abra a un bien mayor que es el bien común. La Iglesia, ante toda esta situación, se hace presente consciente de que “su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón” (B XVI, Discurso con representantes de la comunidad británica, 17 de septiembre de 2015) a sus principios morales que brotan del evangelio de Cristo.
La Iglesia entiende que ha sido la falta de una base ética sólida en la actividad económica la que ha contribuido a agravar la crisis financiera actual. (Ref. ibid) La fragilidad económica, fiscal y financiera que experimentamos hunde sus raíces en la falta de una ética sólida que rija a los que toman decisiones a todas las esferas. Cuando un gobierno, un poder económico o financiero comienza ignorando la ética en su forma de actuar termina lastimando a sus ciudadanos, especialmente los más pobres (altos impuestos, reducción de servicios, descuido de la salud, afecta la educación, afecta sus políticas de techo, tierra y trabajo seguros, afecta a los empleados y sus salarios). Por eso reitero lo que he dicho recientemente: la verdadera víctima de esta crisis es la gente, es mi gente, nuestra gente.
Con su ética, la Iglesia intenta insistir en que es necesario “que toda actividad política y económica, nacional e internacional, haga referencia al ser humano (hombre)”, (Carta del Papa Francisco al Primer Ministro de R.U., 15 de junio de 2013). Por ello, el fin último de la economía y la política no son los bancos, o los acreedores que prestan a usura, o los correligionarios políticos, sino un servicio honrado, honesto, humilde responsable a la sociedad, especialmente a los más desprovistos.
En medio de esta crisis, repartir culpas pudiera ser un asunto antiético de por sí. Lo que urge, y es lo que proclama la Iglesia, es “un cambio valiente de actitudes que devuelva la finalidad (la persona humana) y a los medios (la economía y la política) el lugar que les es propio”. (Ibid) Por ello, es que la Iglesia insiste que el dinero, la economía, los poderes financieros y políticos están diseñados para servir y no para regir. ¡El dinero debe servir y no gobernar! (Papa Francisco, EG n. 58) Cuando el dinero rige entonces tenemos una economía que mata, que ahoga, que oprime, que reduce, que lo devora todo y que asfixia a los más vulnerables de una sociedad. Urge una mirada ética a las estructuras económicas, financieras y políticas que hagan comprender a estas fuerzas y poderes que ellos deben estar al servicio del ser humano y no a la inversa. Hoy me atrevo a decir que Puerto Rico lo que necesita es una ética de supervivencia que guíe las políticas, negociaciones y soluciones que hayan que tomar para evitar el precipicio humano, sobre todo, en la familia