Homilía del Encuentro Nacional de Pastoral 2015  en Aibonito, Puerto Rico
el 8 de Noviembre de 2015


 

Queridos hermanos y hermanas:

Nuestra asamblea nacional de pastoral acaece a dos semanas de terminar el año litúrgico 2014 y de comenzar el bello y esperanzador tiempo de Adviento. Con su encarnación, Dios no solo está en medio nuestro, sino que adquiere un rostro humano. Y nuestras iglesias particulares puertorriqueñas al participar en la misión divina, en comunión con la Iglesia Universal, están llamadas hacerlo encarnar en nuestros tiempos de manera que ese rostro divino siga manifestándose en medio nuestro.
¿Cómo podemos hacer encarnar continuamente al Todopoderoso y Misericordioso? La pastoral es el medio.

En Puerto Rico hemos estado como Iglesia por más de 500 años. Tenemos catedrales, iglesias, santuarios, tenemos las capillas, altares, colegios, universidades, lugares de catequesis, emisoras de radio, semanario católico, canal de televisión; tenemos los Obispos, sacerdotes, los diáconos, las religiosas, los religiosos; tenemos fieles y líderes laicos y laicas en movimientos apostólicos y esfuerzos como Caritas; tenemos los y las servidores del altar y jóvenes comprometidos.

Unos son estructuras, otros, el tesoro humano: clero, consagrados y fieles. Gracias a Dios que tenemos todo esto y que contamos con ministros y fieles. Pero todo esto por sí solo no es suficiente. Hace falta algo muy esencial: la pastoral. ¿Por qué? Porque lo exige la comunión eclesial. Y como nos recuerda el Papa Francisco, “caminar juntos,”, es decir, emprender un camino en el espíritu de la sinodalidad.

No me refiero a una pastoral que, lamentablemente a veces puede ser una pastoral tipo eslogan, una pastoral bellamente redactada, con un plan bien diseñado, pero que la convertimos en una pastoral de la rutina, de la supervivencia o del cumplido. La Iglesia es consciente de que vivimos en una época de gran desafío pastoral. Lo reconoce Aparecida y tan reciente el Sínodo Ordinario de la Familia del pasado mes de octubre en Roma.

Urge una pastoral que encarne a Jesús nuevamente, en un Puerto Rico, que como en tiempos de Jesús, es un pueblo que camina entre luces y sombras; entre muchas tinieblas. Una pastoral con rostro, a imagen y semejanza de Dios, una pastoral que refleje la infinita misericordia y el amor incondicional de Cristo; una pastoral de la inclusión y no del descarte; una pastoral diseñada para “los publicanos y pecaderos de nuestros tiempos” y no una pastoral que se enfoque en las amplias vestiduras, en los grandes puestos y en las altas posiciones.

¿Cuál es el método, el camino, los principios, los estándares para esa pastoral? Con la familia, la juventud, en la educación, la economía, la salud y para eliminar la pobreza. ¿Dónde la encontramos? Miremos al Evangelio de hoy.

Primero: Jesús nos hace una advertencia: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Estos recibirán una sentencia más rigurosa”.
Jesús nos advierte como Iglesia de evitar caer en una pastoral del paseo, del pavoneo, de una pastoral que tiende a la falsa grandeza humana, a los honores y privilegios, de una pastoral de explotadores y de rezos y cultos huecos lo cual puede ser una tentación para algunos de nosotros. Es decir, de una pastoral para las gradas. Muy vistosa, de gente muy importante pero vana, helada, hueca, ciega, inerte, sin aliento o con mal aliento porque lo que sale dentro de sí no huele a Cristo y al óleo de la salvación. Jesús nos pide evitar una pastoral que al ejecutarla, desfigura el verdadero rostro de Cristo; es ciega ante la necesidad, sorda ante el grito de dolor de los pobres y de los que sufren, y soberbia ante quienes les increpan. Cuantos así actúan, trabajan para sí y no para el reino de Dios. No transforman a nadie, no tocan corazones no dan testimonio del verdadero reino de Dios. De una pastoral así, líbranos Señor.

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