Una cualidad que debe ser muy bien cuidada por cada hijo de Dios es la escucha. Nos hemos individualizado de tal manera que cuando tenemos personas a nuestro alrededor ya tenemos unos prejuicios que no nos permiten cultivar “oído de discípulo”. Cuando se trata de establecer métodos nuevos en nuestra pastoral tendemos a pensar que nuestras propias ideas o proyectos siempre son los mejores. Esto nos cierra a la posibilidad de escuchar y es ahí cuando la Pastoral empieza a decaer. Tener una actitud de escucha significa garantizar la participación e inclusión en el servicio en la Iglesia, que todos participen, que seamos uno, que en la parroquia, movimiento o ministerio todos se involucren, se sientan amados, llamados y acogidos.
¿Cómo se puede lograr este anhelo pastoral? Primero, es necesario escuchar al otro desde el silencio, para verle tal como es, conociendo lo que le está sucediendo en la realidad que vive. Escuchar su sentir, o sea, sentimientos, emociones, lo que la persona expresa con sus palabras, gestos o actitudes. Esta actitud nos permitirá tener una visión más clara de su vida. Segundo, pasamos a la acogida, mediante la cual insertamos eficazmente a esos hermanos/as que se han sentido excluidos de los trabajos pastorales y eclesiales. Siempre habrá un espacio, un lugar, una oportunidad para que ese otro/a participe y se sienta involucrado. Y tercero, lograr la participación. Muchas veces en las parroquias, movimientos o ministerios, los que tenemos el liderazgo llegamos a creer que el proyecto nos pertenece, que somos indispensables o que nuestras ideas siempre son las mejores.
Cuando eso nos pasa, ese proyecto pastoral dejó de ser de la Iglesia para ser del líder. Por esa razón, luego de la acogida pasamos a la participación activa, en la que todos, en igualdad, escuchen, aporten, disciernan y decidan. Una Pastoral desde la escucha, la acogida y la participación, vive lo que el apóstol Pablo nos enseñó: somos un solo cuerpo. Solo así nuestras pastorales tendrán la fuerza para enfrentar los mayores retos y desafíos del pueblo puertorriqueño de hoy.
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Luz N. Díaz González
Diócesis de Ponce
Graduada del Certificado en Planificación Pastoral Participativa 2018