San Salvador, 13-16 agosto

Convocados por el Departamento de Justicia y Solidaridad (DEJUSOL) del Consejo Episcopal Latinoamericano y por el Secretariado de América Latina y el Caribe de CÁRITAS (SELACC), los Cardenales, Obispos, presbíteros, consagrados, laicos y servidores en las distintas Pastorales Sociales-Cáritas que integran nuestra región, nos hemos reunido en San Salvador para conmemorar los 50 años de la promulgación de la Encíclica PopulorumProgressio del Beato Pablo VI, la celebración del Centenario del nacimiento del Beato Oscar Arnulfo Romero y el cuadragésimo aniversario del martirio del Padre Rutilio Grande.

Nos ha alegrado la presencia en nuestro encuentro del Sr. Cardenal Luis Antonio Tagle, de Michel Roy, presidente y secretario general respectivamente de Cáritas Internationalis, y de otros miembros de esta Institución, así como la de hermanos y hermanas pertenecientes a diversas CÁRITAS e Instituciones Eclesiales de otras regiones que generosamente han contribuido para el desarrollo del encuentro. Igualmente nos ha animado la cordialidad y hospitalidad de esta tierra salvadoreña, con una atención privilegiada de CÁRITAS del Salvador con su presidente el Sr. Cardenal Gregorio Rosa Chávez y su director Antonio Baños.

Ha sido un encuentro fraterno, lleno de espiritualidad y esperanza desde la opción preferencial por los pobres, conscientes que estamos pisando tierra de mártires que nos han precedido en el camino del servicio al pueblo. Haber peregrinado por el camino de los mártires salvadoreños nos ha llenado de fortaleza y de una visión más esperanzadora y comprometida en nuestro servicio eclesial.

Desde una perspectiva profética hemos constatado diversos desafíos que hoy nos interpelan y nos duelen: La pobreza, y la tendencia regresiva a ella de millones de personas en nuestros países, producto de sistemas económicos y políticos que valoran más el tener que el ser, el beneficio económico más que la vida, las ideologías por encima de las personas, y que asumen el poder como dominación y no como servicio liberador. Sacrifican de esta manera a millones de seres humanos y a la obra del creador, la naturaleza, nuestros ecosistemas, las culturas autóctonas y hasta las creencias religiosas que nos identifican como un pueblo que ama y sirve a la vida.

Ante estos desafíos hemos analizado y reflexionado algunos temas de interés propuestos en la Encíclica. La intuición del Beato Pablo VI al concebir el desarrollo, no como un simple crecimiento económico, sino como la promoción integral y solidaria de toda persona en todas sus potencialidades y de todas las personas y pueblos (PP 14), la necesidad del desarrollo integral y solidario para que se dé una paz duradera, la centralidad de la persona humana en todos los procesos de desarrollo desde un humanismo integral, genera un compromiso y “un imperativo para todos y cada uno de los hombres y mujeres, para las sociedades y las naciones, en particular para la Iglesia católica y para las otras Iglesias y comunidades eclesiales” (SRS 32).

Este compromiso lo asumimos desde la fe en Jesucristo que ilumina, desde dentro de nosotros mismos, la naturaleza y la exigencia del desarrollo integral y solidario. En Él todo tiene su consistencia porque “Dios tuvo a bien hacer residir toda la plenitud y reconciliar por él y para él todas las cosas” (Col 1, 20). Desde esta fe se hace necesaria la sabiduría y la caridad misericordiosa, porque no bastan los conocimientos científicos de las realidades que se viven, o los buenos deseos o sentimientos caritativos, sino un diagnóstico adecuado y pertinente de la realidad que vivimos (cf CIV 30); de esta manera se logrará una mayor incidencia en la realidad para transformarla. Nos acompaña una actitud profética que permite generar procesos al interno de la realidad para lograr las transformaciones necesarias.

Desde una Iglesia en salida misionera, el Papa Francisco nos invita a “tomar la iniciativa sin miedo”, a primerear en los procesos de transformación de la realidad; a involucrarnos como Jesús cuando lavó los pies a sus discípulos; de igual manera, a realizar un acompañamiento permanente, paciente y fraterno; a saber, recoger los frutos de vida nueva, “aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados”; y, finalmente, a celebrar la vida que crece en nuestras comunidades (EG 24).

Desde este espacio reflexivo y de compromiso, exhortamos a los Gobiernos, a las empresas y el sector de la economía, a los políticos, a las instituciones democráticas que tienen la responsabilidad de generar políticas públicas para nuestros pueblos, a las comunidades eclesiales y a todos los discípulos y discípulas misioneras, a trabajar solidariamente por el Bien común, por un desarrollo integral y solidario; promoviendo la vida, respetando la naturaleza y nuestros ecosistemas como obra del Creador asumiendo las propuestas de la Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco, sabiendo que no podrá haber desarrollo sin el respeto de la creación, sin una mayor valoración de las culturas indígenas y las creencias ancestrales de nuestros pueblos; en fin, debemos trabajar para que toda persona logre “pasar de condiciones menos humanas a condiciones más humanas” (PP 20-21), siendo conscientes que sin el desarrollo de nuestros pueblos es muy difícil lograr la paz.

Mons. José Luis Azuaje Ayala Obispo de Barinas

presidente de Cáritas América Latina y El Caribe 

Mons. Gustavo Rodríguez Vega Arzobispo de Yucatán

 presidente del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM

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