¡Paz y bien!
En las primeras semanas del nuevo año los frailes capuchinos de la Custodia San Juan Bautista de Puerto Rico disfrutamos de nuestro retiro anual. Este año nos sirvió de reflexión el tema “El rostro de la Misericordia en los escritos de san Francisco de Asís”, muy a tono con el año santo que vamos viviendo. Nos dirigió las meditaciones el hermano capuchino Néstor Bernardo Molina Parra, de la Provincia de Chile, doctor en Espiritualidad Franciscana.
Entre las oraciones litúrgicas propias, momentos de descanso, fraternidad y los momentos de reflexión personal, tuvimos cuatro momentos en que nuestro hermano Bernardo se dirigió a nosotros. Disfrutamos cada día, excepto viernes, de dos conferencias; podríamos decirles magistrales. Nos dirigía la homilía en la Eucaristía y también en la Adoración Eucarística y luego nos hacía una advertencia sobre algún vicio, extrayéndolo de los escritos de san Francisco.
El primer día lo tituló “Hacer penitencia… hacer misericordia” sustrayendo la reflexión del Testamento de Francisco y una de sus admoniciones (n. 26). Este día nos envolvió en una palabra: “fragilidad”. La “fragilidad” es una ocasión para “hacer misericordia”, a esto condujo Dios a Francisco, al frágil (leproso). Esta es la puerta de entrada a la misericordia, Dios actúa en nuestra debilidad. Nos provocaba diciendo: el sueño de Jesús no era la “vicaría de la solidaridad”, sino el que todos sean uno. El encuentro con el leproso, Francisco lo vive en tres niveles: consigo mismo, con los demás y con Dios.
El segundo día nos metíamos en el adjetivo que Francisco le atribuye al Señor “Misericordioso Salvador”. Francisco no dice que Dios es misericordia (estático), sino que dice es misericordioso (realizada en acto). Dios siempre está empeñado en bajar y nosotros al contrario, en subir. Concluíamos el día con otra provocación: dejar que el Padre vea mi vida a través de la cruz del Hijo, mirar a los demás como los mira el Padre a través de la cruz del Hijo y mirar al mundo bajo el signo de la cruz.
A la mitad de la semana nos encaminamos “De la mirada de gracia a la mirada de misericordia”. Esta reflexión se extendió hasta la mañana del jueves y fue traída desde la Carta escrita por Francisco a un Ministro (CtaM). En esto hay dos acentos: la persona y la gracia. Cuando llegamos al límite de nuestro centro es cuando se abre la posibilidad que Dios comience a actuar. La misericordia es una praxis, un hacer que pone al hermano en una perspectiva altamente positiva. Yo soy el rostro visible de la misericordia de Dios para el hermano. Concluíamos este día con el reto de recuperar la mirada de bendición, hacernos portadores de bendición.
La tarde del jueves fue un momento especial pues tuvimos un acto penitencial entre hermanos. Con una sencilla pero significativa celebración se dio espacio para un momento de reconciliación sacramental y/o simplemente abrirle tu corazón al hermano. En ese momento, que se hizo muy corto, pudimos experimentar la misericordia de Dios, aquello que íbamos compartiendo en la semana. Ya en la noche del jueves y en la mañana del viernes se centró en “La misericordia en acto” en la que concretamente veíamos la misericordia en nuestro ambiente de fraternidad, que son lugares y escuelas de misericordia.
Comparto tres aspectos importantes en las relaciones fraternas: abrir el propio corazón al hermano sin temor al desprecio, seguridad de no ser traicionado; tocar las fibras más sensibles de la propia intimidad; el gran poder que tiene la comunicación para la construcción de la comunión fraterna. Es por esto tan importante el cuidar y cultivar estas relaciones. Finalizamos con una propuesta de “cómo ayudar a la Iglesia y al mundo de hoy a ser pobre y menor”. Francisco nos da dos vías concretas para esto: ser hermano y ser menor. Luego de haber meditado y alimentado con estas reflexiones, la última oración que nuestro acompañante utilizó fue de la Carta a un Ministro de san Francisco: “Que nadie se vaya de tu lado sin haber visto en tus ojos el amor del Padre”. Este debe ser nuestro compromiso. Este año el retiro nos sirvió de motivación y reflexión para acercarnos y amar más nuestra vocación franciscana capuchina. Asimilando nuestra identidad y espiritualidad al año santo jubilar de la misericordia que estamos viviendo.
(Fray Roberto Colón, ofm cap.)