En su bagaje humano, Monseñor Ulises Casiano Vargas, mantuvo su fe y su acervada devoción a la Santa Iglesia. En su hogar en Lajas, junto a sus padres y a un hermano, vivió la cercanía con los altares, con la sencillez, con la alegría como encuentro fraternal. Sobre el encendido amor familiar, brotó su vocación sacerdotal; flor de muchos colores y olores, amplitud de su corazón que comenzó a deletrear la palabra servicio desinteresado a temprana edad.

En el deseo de aquilatar su luz propia, reverenció el estudio y la práctica religiosa era para Él, deleite, un convite de cuerpo y alma. Sus afanes eran cónsonos con sus amistades; las hermanas Josefinas, los hermanos Marianistas. De ellos obtuvo un espaldarazo luminoso, una amistad que era una admiración mutua, un sí virtuoso.

Y se integró a la facultad del Colegio Puertorriqueño de varones para elevar la cátedra sobre corazones jóvenes. Un reto a sus cualidades de maestro, con su talento como arsenal para revitalizar a los muchachos. Sus deseos de atraer, bendecir y sanar eran su escudo, su fortaleza en donde se esgrimían los más amplios conceptos.

Del colegio pasó al Seminario Regina Cleri en donde ingresó con el alma de niño, a tocar el misterio de cerca, a hacer comunidad agradable a Dios. Soy testigo de su honradez, respeto y consideración para sus compañeros. Aunque era mayor, supo coincidir con muchos para acelerar el proceso de su alter Christus, combatiente en vanguardia del rebaño de Cristo.

De Regina Cleri pasó al Seminario Our Lady of Angels, de Albany, New York. Se ordenó sacerdote el 30 de mayo de 1967 y de Obispo el 30 de abril de 1976. Fue el primer Obispo de la Diócesis de Mayagüez que fue creada por su Santidad Pablo VI el 1 de marzo de 1976.

Después de cumplir la edad reglamentada por la Iglesia se retiró a vivir con su familia en el barrio La Haya de Lajas. Tras decaer en la salud fue llevado al Hogar San José de Hormigueros en donde murió.

Queda Monseñor en mi recuerdo y agradecimiento porque fue un gladiador con el amor adornando su corazón. Yo, que lo visité muchas veces y el que hizo de mi casa una hospedería fraternal, se agiganta por ser persona de gran entusiasmo, suave corazón y amigo entrañable.

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