Cataño está de fiesta. Fiesta para celebrar, entre otras cosas, a Nuestra Señora del Carmen. Pues a la Virgen María hay que celebrarla. Hay que honrarla. Hay que reconocerla por su participación única en la historia y vivencia de nuestra querida fe cristiana y católica. El testimonio de ella ha moldeado la fe de tantos y tantos pueblos del mundo, incluyendo a Puerto Rico, especialmente la fe de este querido pueblo de Cataño, una fe de la cual ustedes son herederos y de la cual, es importante, también transmitirla a las generaciones futuras.
Cataño está de fiesta. A la Virgen la celebramos con fiestas patronales y la celebramos también siguiendo su ejemplo. Ella, como nadie, nos enseña amar y seguir a Jesús. Ella amó a Jesús desde el anuncio del ángel, lo amó en su embarazo, en la visitación a la prima Isabel, en su presentación en el templo. También lo amó y lo siguió en tiempos difíciles como fue cuando se perdió en el templo, en el suceso de las bodas de Caná y en momentos sumamente dolorosos como en su pasión y a los pies de la cruz, en la soledad del sepulcro y también estuvo allí presente, entre los temerosos apóstoles en otra fiesta, la fiesta de Pentecostés.
Cataño hoy celebra a su Intercesora por excelencia, a María, la Virgen del Carmen. María fue intercesora en Caná, ante unos angustiados y carentes novios en medio de sus bodas. Ella, sabiendo que Jesús escucha las súplicas, especialmente la de su madre, le habló; le habló de las necesidades de los novios. Le habló de la falta del vino. Y, Jesús, la escuchó y actuó; actuó obrando su primer milagro; el milagro de la conversión del agua en el buen vino.
La Iglesia, por eso, nos presenta a María como intercesora de nosotros y nosotras ante Jesús. Aquí en Cataño, les dio a María como intercesora, con una advocación muy conocida, muy significativa, muy antigua, la Virgen del Carmen, la Virgen del Monte Carmelo, la flor del Carmelo, la Virgen de la comunidad carmelitana, la Virgen de los océanos, de los mares, la estrella del mar.
También la Virgen del Carmen es la protectora y la patrona de los tan importantes y necesarios pescadores. Los pescadores católicos del mundo, incluido los boricuas, tienen a la Virgen del Carmen como patrona. A ella, se le suele invocar para que los proteja ante posibles naufragios y tempestades en alta mar.
Nosotros y nosotras la invocamos, para que nos proteja de los naufragios y tempestades personales, familiares y sociales. Ella intercederá ante su Hijo por nosotros. […]
(Nota: Fragmento de la homilía por la fiesta de Ntra. Sra. del Carmen de Cataño el 16 de julio)
Mons. Roberto O. González Nieves, OFM
Arzobispo Metropolitano de San Juan