“Escucha hermano la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día. Ven canta, sueña cantando, vive soñando el nuevo sol en que los hombres volverán a ser hermanos”… Esto es una estrofa de la canción Oda a la alegría de la Novena Sinfonía de Beethoven. Este es un himno que P. Nicolás “Colacho” Navarro canta frecuentemente junto a sus feligreses en la parroquia María Auxiliadora en Cantera.

Para este sacerdote que tan reciente como el pasado viernes, 11 de octubre celebró 50 años de ordenación sacerdotal, la música ha sido pieza clave no solo para atraer a la feligresía al templo, sino también en su predicación. “No hay una homilía en la que yo no recite unos versos de alguna canción o de un poeta porque la poesía y la música siempre son el mejor instrumento para trasmitir la vida. La música es un instrumento para evangelizar, reunir, convocar. La música tiene mucha fuerza”, reconoció.

Confesó ser fanático de cantantes como Alberto Cortez, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. “En esa fila estoy yo, estoy ‘colao’, porque no soy de ese nivel. Estos autores, más las lecturas de El Principito y Juan Salvador Gaviota son buen alimento para un hijo de Don Bosco y su especial carisma juvenil que es mi vocación”, aceptó.

Sobre cómo descubrió su vocación, sostuvo que tres de sus tías eran religiosas dominicas y que como su mamá tuvo seis hijos varones, ellas rezaban para que por lo menos uno fuera sacerdote. “A los 11 años entré al seminario siguiendo a mi hermano que era 4 años mayor que yo y había ingresado unos años antes”, reiteró.

Solo 3 meses más tarde, su familia emigró de Gran Canarias a Cuba, incluyéndolo a él y a su hermano seminarista. Tan pronto llegaron a Cuba su hermano ingresó al Seminario Diocesano de La Habana, pero él no pudo seguirlo. Sin embargo, fue con la ayuda de unas religiosas que lo recibieron en el Seminario Menor de los Salesianos donde continuó su vocación. “Cuando uno tiene 12 años y quiere ser cura no sabe si quiere ser salesiano o franciscano, solo quiere ir al seminario. En el momento que llegué estaban rezando la oración del domingo, cantando con mucha música. En el recreo salieron a jugar futbol y pensé: ‘Esto es lo que me gusta’, porque siempre me había atraído tanto la música como el deporte. Ahí podía combinar ambas”, aceptó.

De otra parte, mencionó que tan pronto fue admitido en el Seminario, lo pusieron a estudiar música, pero debido a la revolución en Cuba, lo trasladaron junto a otros 24 seminaristas a una casa de campo que tenía la orden en Aibonito. Luego estuvo en República Dominicana y Guatemala para completar su formación. En 1969 regresó a Aibonito para convertirse en el primer sacerdote salesiano ordenado en tierras borinqueñas, algo que consideró “como un privilegio”.

Fue asignado a Santo Domingo, España y estuvo 11 años como párroco en Orocovis. En 1995 llegó a Cantera y ha estado ahí por los pasados 24 años. Un templo imponente, pero casi vacío a su llegada. Ante este panorama, P. Colacho utilizó la música para atraer a la feligresía. Fruto de esa entrega a la música se han formado varios ministerios: Los Dinámicos (Jarabacoa) Caminos (Orocovis), Coral Don Bosco (Aibonito), Mensaje, Vitral y En tu Nombre, estos últimos tres de Cantera. Cabe mencionar que no se extrañe si algún día no ve al sacerdote salesiano presidiendo la misa, pero sí tocando el piano.

Al preguntársele qué meta inconclusa le queda tras cinco décadas como clérigo, respondió que: “Estoy en una etapa de mi vida para tratar de cuidar un poquito la semilla que hemos sembrado, para que siga dando frutos, ver las nuevas generaciones y disfrutar como cualquier persona que siembra cuando llega la cosecha”.

P. Colacho admitió que por los años que lleva residiendo en la Isla, ya se considera puertorriqueño. “Los 11 años que serví en Orocovis me enseñaron a ser jíbaro, que es otra dimensión de ser puertorriqueño.

“Soy feliz y si volviera a nacer nuevamente sería sacerdote salesiano”, concluyó. ■

Camille Rodríguez Báez
Twitter: @CamilleRodz_EV
c.rodriguez@elvisitantepr.com

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