El matrimonio es como una receta de cocina. Para cada pareja funciona distinto, pero hay ingredientes que no pueden faltar. Primero hay que reconocer que la cocina es de Dios y Él es quien lidera para dejarse moldear. Amor, respeto y comunicación se les aplica unidad en todo momento. No puede faltar la oración y la alegría en todo el proceso. Finalmente, aunque ya es una obra de arte, hay que repetir el proceso día a día con comprensión, constancia y paciencia de la buena, como la del artesano. Esta reflexión es producto de la experiencia de 50 años de matrimonio de Carmen Nazario Pascual y Rigoberto Ocasio Torres, quien prefiere que le llamen “Rigo”; naturales de la parroquia Inmaculada Concepción de Guayanilla.
Matrimonio para Dios
“El matrimonio es una bendición. Lo primero que dijimos fue que en nuestro hogar iba a reinar nuestro Señor Jesucristo y la Virgen María. Así le entregamos el hogar, desde el comienzo más humilde hasta el día de hoy”, sostuvo el matrimonio. Esto porque la ayuda de Dios es vital en todo momento tanto “en las alegrías como en las pruebas que llegan”.
Se conocieron para el año 1967. Poco antes Carmen estaba de postulante en las Hermanas del Cardenal Sancha en Santo Domingo y regresó por una enfermedad emocional. En aquellos años en su natal Guayanilla llegó un circo. “Fui al circo con algunas amigas y allí estaba este señor. No sabía quién era y me cayó malísimo”, dijo Carmen, con el buen humor y serenidad que le acompañan.
El hecho fue que Rigo ya se había fijado en ella. Ambos provenían de familias de escasos recursos y un vecino bien hechor que ofrecía meriendas a todos era el espacio perfecto para que Rigo pudiera hablarle a Carmen. Fue en la tradicional plaza pública y en la iglesia que la amistad continuó. Carmen frecuentaba la misa diaria y Rigo comenzó a ir, aunque se quedaba en la parte de atrás del templo.
Padre Napoleón Fruscoloni, párroco de entonces, le puso el ojo a Rigo. De hecho, hoy recuerdan cómo el sacerdote se las arreglaba para escoltar a Carmen a la casa de su familia junto con el grupo de jóvenes. “No se le hizo nada fácil a Rigo, por su vida de juventud, porque le contaron cosas a mi mamá y mi familia no lo aceptaba”, detalló Carmen.
“Nunca me había puesto una etiqueta” El viernes, 31 de mayo de 1969, la pareja que tenía 23 y 26 años, se casó. P. Napoleón, presidió la celebración. “Logramos juntar $600 con trabajo y sacrificio y con eso pagamos toda la boda. Estaba asustado. Había mucha gente. Yo nunca me había puesto una etiqueta en mi vida”, dijo Rigo, padre de tres hijos y abuelo de cuatro nietos. Luego de cinco décadas reflexionaron y destacaron que, aunque hubo pruebas intensas, “no fue tan difícil”. Rigo quedó desempleado, y migró a Nueva York, pero a pesar de que estuvo varias semanas, no llegó un barco y regresó. Su intención era irse como recolector de tomates, pero una amiga le sugirió: “Espera a algo mejor”. Ambos doblaron rodilla y la respuesta llegó seis meses después. Iba todos los días a la zona industrial para insistir en los portones, de allí lo llamaron.
Molestias deben ser temporales
“Nosotros nunca nos hemos ido a la cama enojados en estos 50 años. Aunque hemos tenido diferencias y discusiones, pero al poco tiempo nos contentamos”, afirmó la pareja.
Destacaron que sus amigos de la pastoral juvenil de antaño y sus hermanos cursillistas los acompañaron en los momentos más duros. De hecho, celebraron su 50 Aniversario en la misa diaria en el mes de mayo pasado junto a familiares y amigos.
Lo cierto es que Carmen y Rigo siempre están juntos, rezan el Rosario y la Coronilla de la Divina Misericordia. Ella no conduce, por eso él la lleva a todas partes, incluso durante las décadas que laboró como trabajadora social, como catequista ya 55 años y como ministro extraordinario de la Comunión. Cuando se le preguntó ¿se volverían a casar nuevamente? Ambos contestaron: “Claro que sí” y “muchacho, seguro”.
A las parejas jóvenes que no se han casado los exhortaron a conocerse, comprender el valor del Sacramento Matrimonial y usar el noviazgo bien, no para adelantar etapas, sino para conocerse. Aconsejaron, vivir bien la economía matrimonial en la que “todo va para el mismo pote”. ■
Enrique I. López López
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